El pasado sábado 3 de abril tuve que regresar de BLU radio, en medio de una transmisión, por fuertes malestares y alta fiebre. A partir de ese día, y tras la confirmación de la presencia de Covid en mi cuerpo, he estado encerrado en mi cuarto y siendo víctima del más feroz, frontal y constante ataque a mi salud en toda mi vida.
En los años 80 fui intervenido varias veces de mi rodilla, pero nada que ver con lo que he vivido en este periodo. Las fuerzas se agotan, la sensación de derrota, de debilidad, te supera. Solo los datos positivos de la oxigenación, que siempre han estado por encima de 92,93, y una radiografía de tórax, que descartó mayores complicaciones (muchas gracias Dr. Edgardo Barreto), me mantienen la actitud.
En estos últimos días se ha focalizado en mi garganta y me produce una persistente, desgastante y, muchas veces, incontrolables crisis de tos. Apenas tranquilizadas en algún momento del día, siendo un oasis, un alivio invaluable. Solo comparable, como siempre yo futbolizandolo todo, a la alegría que me producía convertir un gol.
En estos días no he pronunciado palabra alguna porque de inmediato se convierte en una nefasta invitación a la tan desagradable tos. Cuando aparece esta columna, ya voy por el día 15 del contagio. Un proceso que hubiese sid peor de no haber sido por ese extraordinario ser humano y formidable galeno, el Dr. Iván Manjarrez, y la compañía de mi esposa, enfermera jefe de profesión, y que además se había contagiado días antes y ya estaba confinada en nuestra habitación, pero afortunadamente sin síntomas para poder atenderme en todo lo que yo, por mi estado, hubiera sido incapaz de hacer.
Quiero presentar disculpas por tomar este medio para exponer un tema tan personal. Yo siempre he creído que un simple opinador de fútbol no tiene por qué creer que se convierte en alguien a quien su vida privada le interese a los demás, pero esta vez no pude evitar desahogarme y a través de la benevolencia de EL HERALDO, compartir esta dura experiencia. Una real, de verdad, no la intrascendental que trae el fútbol.
Según me cuenta mi esposa hay mucha gente amiga y otras que quizá no lo son tanto que, a través de la fuerza de la oración, están impulsando mi total y pronta recuperación. Muchísimas gracias. Al final les puedo decir que solo durante estos 15 o 20 minutos que me tomó escribir esta columna, me desconecté de mi realidad, del covid. Poco tiempo, ya lo sé. Pero mi Fe en Dios me hace creer que muy pronto será todo el tiempo. Un abrazo a todos.