En el fútbol se busca, entre otras cosas, hacer coincidir la velocidad con la precisión. Los equipos que logran darle mayor celeridad a la técnica de sus jugadores generalmente elevan su calidad funcional y competitiva.
Antes, y ahora, el fútbol tuvo y tiene grandes exponentes que lograron esa simbiosis: Diestefano, Pelé, Cruyff, Ronaldo Nazario, de los ya retirados, y de los actuales y aún vigentes, Messi, Cristiano Ronaldo, Mbappé, son algunos de los más célebres y fantásticos ejemplos de esa virtud.
Los hubo, sin la velocidad en las piernas, pero sí en su cerebro, con una gran precisión producto de su magistral pegada y mirada panorámica, como por ejemplo el alemán Overath, Babintong, Valderrama, y otros más.
Pero también hay otro grupo de futbolistas que pertenecen al club de los velocistas que no poseen un buen final de sus jugadas. Jugadores que no logran poner de acuerdo su vertiginoso andar en la cancha con la jugada pre-gol, o directamente con el remate al arco rival. Jugadores que tienen una gran capacidad para generar desbordes, para eliminar opositores, que son continuos en la búsqueda, y preferidos por los técnicos que valoran sus intentos y compromiso. Pero, se convierten en el foco de las críticas de sus hinchas que juzgan con más dureza sus fallos ante la jugada crucial.
Vinicius Junior, el joven delantero brasileño al servicio del Real Madrid es, hoy por hoy, uno de los más reconocidos miembros de ese club. Veloz, encarador, provocador de faltas, creador de muchas jugadas de peligro.
Siempre activo le lleva muchos dolores de cabeza a sus marcadores, pero evidentemente sin la coordinación y dominio de su sistema nervioso para darle un feliz desenlace a la jugada. Por estos lares, también hubo, y hay, socios del club, desde Escurinho hasta Cetré. Me sorprendí en estos días por una entrevista al gran ‘Paco’ Gento, sextuple campeón de la Copa de Europa (la actual Champions League) en 1956, y considerado por muchos el mejor puntero izquierdo en la historia, en donde recordaba que en sus inicios fue fuertemente rechazado por el público, justamente por carecer de una buena resolución final en medio de su velocidad.
“Todo me salía al revés por causa de los nervios, pasaba el tiempo y no mejoraba, pero nunca me di por vencido. La moral y la confianza son todo en el fútbol. Acabé por mejorar, gracias a unos compañeros magníficos y a la confianza en mis posibilidades”.
Viniendo de quien vienen, esas palabras podrían ser un positivo y alentador mensaje para Cetré y todos aquellos veloces y necesarios futbolistas, pero aún con déficit en la toma de decisiones y en la ejecución final, para no desistir y trabajar para corregirlo.








