Lo admito, cachaco soy, si por cachaco se entiende ser de una región diferente a la que queda cerca al mar o a donde el calor del ambiente y de la gente se siente todo el año y a toda hora.

No obstante, ser de una región diferente no me impide tener oídos, ojos y capacidad de comprender y sentir su contexto y lenguaje.

Una cosa es pensar en un idioma y expresarse en otro, como le pasó a Ingrid Betancourt, lo cual la salva de las acusaciones injustas sobre su posición frente a la violencia sexual, pero no la salva del hecho de querer gobernar un país en el que se habla español, idioma en el que ni siquiera sabe transmitir sus ideas correctamente.

Así mismo, hay que entender que otra cosa muy diferente es decir que los cachacos entendemos mal o no comprendemos el lenguaje del Caribe, al decir que en el lenguaje usado por el político, senador del partido Conservador, Laureano Acuña, no dijo lo que dijo.

En el audio revelado por el abogado Miguel Ángel del Río, del presidente del Comité de Ética en el Senado de la República, se escuchan perfectamente sus palabras y aunque no creo que lo que diga allí sea verdad o se refiera a que en realidad va a hacer lo que dice, sino que son palabras de un hablador de “mondá”, lo cierto es que las explicaciones dadas no corresponden a la realidad y menos meter un tema regional o de zonas en la disculpa, la explicación de comprar 70.000 votos es comprar 70.000 votos, en la nevera y en el horno, en la Heroica o en la Ciudad de los Parques, aquí y en cualquier lado. Es que no estaba diciendo “mondao”, guindar heroica o entrompe, en donde sin lugar a dudas habría que darle contexto a los dichos costeños, no, él habla directamente de la compra de votos (o en su caso colocación de los mismos por plata).

No nos dejemos meter los dedos en la boca, pensando que lo que dijo no fue lo que quería decir, excusándose en términos costeños, soy cachaco, pero no tonto.

La salida en medios del llamado “gato volador” no salió bien por lo que se refuerza mi argumento, que es mejor guardar silencio, así no se sea responsable de delito alguno, porque la explicación a veces oscurece más que aclarar, llena de dudas y suspicacias.

El silencio a veces no es solo un derecho, sino también un deber. Los asesores de comunicaciones deben estar atentos a calcular el costo jurídico de sus clientes al realizar una declaración o publicación en redes, que es más importante que el costo político, y que, por ende, callarse “salva al pez de morir por su boca” o en este caso al gato. Luego entramos los abogados.

Hay que saber que en algunos momentos una mala explicación o declaración hace que un inocente se vea culpable. Por la boca muere el “pezgato”.