
Redescubriendo los cultivos olvidados
No debemos seguir alimentando a los animales o a los motores con cultivos alimentarios. En cambio, debemos diversificar los sistemas agrícolas incluyendo fuentes de alimentos como los paisajes, las zonas urbanas, las tierras comunes e incluso nuestros jardines. La historia demuestra que los sistemas agrícolas diversos son más resistentes a las inclemencias del tiempo que los monocultivos regulados, y pueden proporcionar medios de vida a una nueva generación de agricultores resilientes al cambio climático.
Hoy en día olvidados, los cultivos tradicionales son nuestra nueva esperanza para enfrentar la crisis alimentaria global.
Fallas críticas dentro del sistema alimentario global han sido expuestas a raíz de las interrupciones a las cadenas de suministro, la pandemia, las inclemencias del tiempo y, ahora, la guerra en Ucrania. Debemos abordar estas fracturas, o afrontar las consecuencias.
En lo que respecta a los alimentos, el cambio climático está afectando todo. Una sequía ha impactado a más del 40 % de la cosecha de trigo en las vastas llanuras de Estados Unidos. Las inundaciones en China han provocado una de las cosechas de trigo más bajas de la historia. En Colombia, una ola de invierno asola actualmente a gran parte del país causando miles de damnificados y billones de pesos en pérdidas para el sector agropecuario.
Otro golpe a este sistema frágil es el conflicto en Ucrania. Juntos, Rusia y Ucrania suministran el 28 % del trigo comercializado en el mundo, el 29 % de la cebada, el 15 % del maíz y el 75 % de las semillas de girasol, que constituyen el 11,5 % del mercado mundial de aceite vegetal. Como segundo exportador de potasa, tercer exportador de fósforo y un importante proveedor de la energía que impulsa la agricultura mundial, Rusia es también el primer productor mundial de fertilizantes nitrogenados.
Mientras las naciones importadoras se apresuran a localizar un suministro alternativo de productos clave, como el trigo de Ucrania y Rusia, nuestra reacción ha sido seguir como siempre. Como complicación adicional, unos 25 países han reaccionado ante el aumento del precio de los alimentos adoptando restricciones a las exportaciones que afectan a más del 8 % del comercio mundial de alimentos. Seguramente vendrán más limitaciones.
Si no somos capaces de alimentar a una población mundial de casi 8.000 millones, ¿cómo alimentaremos a los 10.000 millones previstos para el 2050 en un planeta aún más caliente? En resumen, debemos incluir cultivos “olvidados” resistentes al clima y nutritivos, así como métodos agrícolas diversificados desplazados por los monocultivos industriales de alimentos básicos ávidos de energía y fertilizantes. El arboloco, el cacay, la choibá, el icaco y el moriche son solo cinco ejemplos de los cientos de cultivos “olvidados” que podemos encontrar en Colombia.
De acuerdo con la FAO, a lo largo de la historia de la humanidad solo se han domesticado para la producción de alimentos entre 6.000 y 7.000 de las aproximadamente 30.000 especies de plantas comestibles. Hoy en día, solo empleamos 170 cultivos con una base comercial importante. La falta de diversidad en la producción de alimentos ha creado un sistema de suministros cada vez más frágil frente a presiones causadas por el cambio climático. Por ejemplo, científicos del Real Jardín Botánico de Kew han advertido que el cambio climático amenaza con la extinción del 60 % de las especies de café silvestre. Su variedad se emplea en beneficio de los cultivos comerciales. Los problemas de abastecimiento ya han reducido la oferta de café arábigo alrededor del mundo.
La gran mayoría de nosotros dependemos de solo 30 plantas para obtener las calorías y los minerales necesarios de cada día. Tres cultivos principales –arroz, trigo y maíz– proporcionan más del 60 % de las calorías diarias que la humanidad consume. Utilizamos el 10 % de estos cultivos y el 20 % de los aceites vegetales para biocombustibles, lo que es suficiente para satisfacer las necesidades alimentarias de 2.000 millones de personas. No debemos seguir alimentando a los animales o a los motores con cultivos alimentarios. En cambio, debemos diversificar los sistemas agrícolas incluyendo fuentes de alimentos como los paisajes, las zonas urbanas, las tierras comunes e incluso nuestros jardines. La historia demuestra que los sistemas agrícolas diversos son más resistentes a las inclemencias del tiempo que los monocultivos regulados, y pueden proporcionar medios de vida a una nueva generación de agricultores resilientes al cambio climático. Como consumidores, debemos comprometernos a incluir unos cuantos cultivos “olvidados” en nuestras dietas diarias. Es evidente que no solo le vendrá bien a nuestra microbiota.
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