Se acerca la fecha de nuestra festividad más importante: el Carnaval de Barranquilla. En pocos días, la región estará celebrando, rodeada de jolgorios, danzas y disfraces. Pero antes de esa inevitabilidad, es importante reflexionar sobre la naturaleza que inspira el Carnaval, un evento que se asocia estrechamente con los ciclos ecológicos, desde sus orígenes en el Mediterráneo hasta su migración al Caribe.

El Carnaval de Barranquilla, en particular, sigue poseyendo componentes destacados de la biodiversidad, especialmente la neotropical, la nuestra, aun así, jugando un rol más fundamental que en otros carnavales alrededor del mundo. Esta biodiversidad ha sido y sigue siendo esencial para el desarrollo de nuestro patrimonio carnavalero, donde se destaca a los paisajes ribereños del Río Magdalena.

Basta con analizar canciones populares en el Carnaval, como El Morrocoyo de los Gaiteros de San Jacinto, donde se resalta la tortuga de patas rojas (Chelonoidis carbonaria) y el perezoso (Bradypus variegatus), conocidos regionalmente como morrocoy y perico ligero. O Coroncoro de La niña Emilia, que apoda a un hombre de su pueblo por su parecido con el poco estudiado ‘pez diablo’ (Hemiancistrus wilsoni), también conocido por los pescadores como coroncoro.

Nuestra biodiversidad también da origen a múltiples danzas. De las trece danzas patrimoniales de Carnaval, seis están explícitamente conectadas a especies animales, desde las danzas con origen en la colonia y la incipiente república, como el mapalé, los coyongos y el caimán, hasta las fundadas en el siglo pasado, como la de los gallinazos, las aves y los micos y micas.

El nombre mapalé proviene de África y describe a una especie de bagre (Cathorops mapale), cuyos movimientos rápidos fuera del agua inspiraron la danza. La Danza de los Coyongos representa a múltiples especies de aves acuáticas, como el tántalo americano (Mycteria americana), el jabirú (Jabiru mycteria), la garza blanca (Casmerodius albus), la garza morena (Ardea cocoi), la espátula rosada (Platalea ajaja) y la jacana común (Jacana jacana); e incluye al tan apetecido bocachico (Prochilodus magdalenae) como elemento importante de la danza. Igualmente se destaca la Danza del Caimán Cienaguero (Crocodylus acutus), que pone de relieve el respeto temeroso hacia este depredador formidable, subrayando así la intrincada relación entre el caimán aguja y las comunidades locales en la Ciénaga Grande.

En las danzas desarrolladas durante el siglo 20, nos topamos con la presencia imponente de tres especies de aves carroñeras en la Danza de los Goleros: el rey golero (Sarcoramphus papa) con su carúncula dorada, el golero (Coragyps atratus) reconocido por su coloración oscura y función esencial en la limpieza ambiental y el aura gallipavo (Cathartes aura), el más pequeño de los tres. También encontramos al burro (Equus africanus asinus) en esta danza, la única especie mencionada que no es nativa de la región. Ciertamente, vemos cómo nuestro entorno y los paisajes han dejado su huella en el carnaval, y sin lugar a duda, la Ciénaga Grande juega un papel crucial, reconocida a nivel global como “aeropuerto de las aves”, albergando a más de 200 especies. Aves honradas por Pedro Barreto y Pedro Berdugo cuando constituyeron en 1930 el grupo folclórico hoy llamado el Imperio de las Aves. Finalmente, me pregunto qué especie de primate habrá observado Vicente Pérez en su niñez, de la mano de su mamá, Olimpia, en un carnaval en el paseo de Bolívar en los años cuarenta. ¿Será un capuchino de frente blanca (Cebus albifrons), un mono aullador rojo (Alouatta seniculus) o un mono araña de cabeza negra (Ateles fusciceps)? Es innegable el papel de la biodiversidad en nuestro carnaval, sin contar las máscaras, carrozas y disfraces que se embellecen gracias a nuestra riqueza botánica, con flores, maderas y fibras que nos han engrandecido.

Es alarmante que un gran número de las especies mencionadas estén en peligro de extinción. Mientras estemos celebrando en las calles, tengamos presente que nuestra naturaleza es la que ha formado nuestro Carnaval. Honremos ese legado protegiendo las especies que sustentan nuestras tradiciones, asegurándonos que las generaciones venideras aprecien esa conexión biocultural. Sin biodiversidad, el Carnaval de Barranquilla se debilita, se pierde el origen de nuestro patrimonio.