A finales de la última década, se había predecido que el 2020 iba a ser crucial para la lucha contra la crisis de la biodiversidad, la cual requiere una inversión en la trayectoria actual de destrucción de hábitats.

En China, delegados planeaban reunirse en la COP (Conferencia de la ONU) de biodiversidad para desarrollar nuevas metas mundiales que reemplazarían las Metas Aichi, las cuales vencen a finales del año. En aras de fortalecer su perfil internacional dentro de este ámbito, Colombia había acordado organizar la última reunión de preparación antes de la COP, espacio de relevancia para el país con mayor biodiversidad por kilómetro cuadrado. Pero desconocíamos que en el 2020 el mundo se iba a enfrentar a una crisis gracias al COVID-19 y que los eventos serían pospuestos, distorsionando potencialmente la estrategia global para combatir la pérdida de biodiversidad a largo plazo.

Hoy 5 de junio es coincidencialmente el de Día Mundial del Medio Ambiente, fecha importante para fomentar la acción ambiental. Con apoyo de Alemania, Colombia decidió acoger esta celebración periódica, la cual tiene en esta iteración un énfasis en la biodiversidad. Asediada por amenazas que reducen su capacidad de contribuir al bienestar de las personas, la biodiversidad va en rápido declive. En las últimas décadas, el 75% de la superficie terrestre y el 66% de las aguas marinas han sido afectados por la actividad humana. Aproximadamente 1 millón de especies se extinguirán antes del 2030 y el 60% de las especies terrestres estarán en un hábitat insuficiente para su supervivencia a largo plazo. Cerca de nosotros podemos evidenciar los impulsores de esta crisis. Los incendios continúan dentro de la Sierra Nevada de Santa Marta y la Ciénaga Grande de Santa Marta. Las conflagraciones, aún activas en el Vía Parque Isla de Salamanca arrasan con la vegetación y desplazan la fauna.

La pandemia de enfermedad por coronavirus revela el comportamiento de la pérdida de la biodiversidad pero a gran velocidad. Un cambio de hábitat permanente puede demorar décadas en materializarse, mientras que los efectos del COVID-19 solo demoran días en percibirse. Tanto en la crisis de la biodiversidad como la pandemia por COVID-19, el problema ya no es el número absoluto, sino la tasa de cambio. El estado de la naturaleza es frágil, pero una pérdida mayor de hábitat lo haría peor. Los puntos de ruptura por COVID-19 equivalen a los puntos de inflexión para la biodiversidad. En ambos casos ya es demasiado tarde para la contención y la prioridad es la mitigación y adaptación. Como se debe aplanar la curva del COVID-19, se debe virar la curva en la crisis de la biodiversidad. Con pequeñas reducciones en la tasa de crecimiento, los efectos son grandes a futuro.

La pandemia de COVID-19 nos demuestra que los desafíos son cada vez más globales y requieren soluciones sistémicas. Para controlar la pandemia, se ha tenido que ordenar el distanciamiento social y cerrar fronteras. Para la crisis de la biodiversidad, necesitamos promover el uso sostenible de los recursos naturales. Los desafíos globales requieren cambio en los hábitos, algo que se ha demostrado posible. Para abordar la pérdida de biodiversidad, se necesita alterar los patrones de consumo. Hemos aprendido lecciones de la pandemia, una de ellas que los riesgos de alta probabilidad / alto impacto deben ser tratados de manera oportuna, ya que la demora es costosa. Todos tenemos un papel importante en la respuesta a la crisis de la biodiversidad, y se debe actuar de inmediato. Los momentos de crisis son siempre momentos de oportunidad.