Ninguna región del mundo parece estar exenta de los peligros de la corrupción, pero esta se presenta cada vez con mayor frecuencia en la América Latina.
Lo leemos todos los días: altos funcionarios de gobierno y líderes empresariales de nuestra geografía aparecen involucrados en escándalos de sobornos, malversación de fondos, tráfico de influencias, etc.
Eso, lo que se sabe. La corrupción a gran escala arrebata a las economías nacionales miles de millones de dólares de ingresos desviados en beneficio de unos pocos. Estas prácticas se dan de manera subrepticia y no hay forma de medirlas. Se sabe lo que se denuncia, pero es solo una parte. El informe anual de Transparencia Internacional (TI) se construye con encuestas a personas que tienen acceso a información privilegiada o relacionada a diario con funcionarios públicos, empresarios y expertos de ambos sectores. Lo que mide TI es entonces la percepción que de la corrupción tienen esos ciudadanos.
Según el 47% de los entrevistados, policías y políticos son los funcionarios más corruptos. Luego figuran otros cercanos al poder, dependientes del presidente, del primer ministro, además de magistrados y jueces.
Pero también hay sobornos para ingresar a escuelas y hospitales, sobornos para tramitar documentación personal ante autoridades, los servicios públicos y los tribunales.
Usted sabe de qué hablo. Usted lo sufre. Quizás forma parte usted del casi tercio de ciudadanos latinoamericanos que pagó en 2016 un soborno o dio un regalo o tuvo que hacer un favor a un funcionario. Según TI, esta práctica equivale a más de 90 millones de personas en América Latina con índices que varían según el lugar. En Colombia es pan de cada día.
Los actos de corrupción conllevan decisiones que, casi siempre por dinero o coacción, impiden, retardan o dificultan los procesos legales o, por el contrario, les dan vía libre y los agilizan.
“La gente de Latinoamérica y el Caribe está decepcionada de sus gobiernos, de su clase política y de los líderes del sector privado. La corrupción está ampliamente extendida”, dijo el presidente de Transparencia Internacional, José Ugaz.
La revista Time informó que la corrupción y la negligencia habían sido responsables, en parte, de la elevadísima cifra de muertes ocasionadas por el gigantesco terremoto que asoló Haití en 2010. Allí, para construir edificios –explicó la revista– casi nunca se recurre a ingenieros profesionales; simplemente se soborna a los inspectores del gobierno.
El de México es un caso preocupante. El país de Carlos Fuentes y Octavio Paz ostenta la mayor tasa de pago de sobornos en la región. Lo siguen República Dominicana y Perú. En cambio, Trinidad y Tobago muestra el índice más bajo.
La gente ya está cansada de las palabras vacías de tantos políticos que prometen combatir la corrupción mientras la cultivan. Por eso, muchos ciudadanos optan por apoyar a candidatos populistas que aseguran cambiar el sistema y terminar con el ciclo de corrupción y de prebendas. Cuidado, lo más probable es que esto no haga más que agudizar el problema, sostiene TI.







