Masacres de Barranquilla
La operatividad de la Policía también amerita un replanteamiento. No es admisible que sus patrulleros usen sus horas de servicio en recorridos que gastan mucha gasolina y en requisas de cédulas por lo general a ciudadanos sin antecedentes. ¿Qué hace la Policía fastidiando a ciudadanos que no constituyen ningún peligro, cuando debería estar enfocada en hacer inteligencia y perseguir y desarticular las bandas criminales?
En la ciudad, entre mayo de 2022 y marzo de 2023, se han producido seis estremecedoras masacres. Esa terrorífica orgía de sangre y muerte no es propiamente un indicador de una urbe tranquila. Es la señal de que estamos frente a una situación altamente peligrosa. Las masacres hacen parte del escalofriante menú que ha generado la violencia del narcotráfico.
Y esta realidad tiene que ser enfrentada por las autoridades civiles, policiales y judiciales con acciones reciamente eficaces. Es claro que en algún momento el mundo tendrá que tomar la decisión racional de legalizar todas las drogas alucinógenas y superar la inútil persecución punitiva del narcotráfico, así como el sistema penal abandonó el bárbaro procedimiento de castigar a los delincuentes con el suplicio de despedazar sus cuerpos e incinerarlos para arrojar las cenizas al viento. Mientras llega ese día, el Estado tiene la obligación de enfrentar la violencia aparejada al flagelo.
Estas horripilantes masacres no han afectado al alcalde Jaime Pumarejo que registra como el mandatario de mayor favorabilidad del país. El alcalde no es el único que responde por la seguridad, pero a su disposición tiene un Fondo de Seguridad y Convivencia Ciudadana que en 2023 cuenta con un presupuesto nada despreciable de unos 34.000 millones de pesos que conviene saber si se están invirtiendo en lo pertinente.
La operatividad de la Policía también amerita un replanteamiento. No es admisible que sus patrulleros usen sus horas de servicio en recorridos que gastan mucha gasolina y en requisas de cédulas por lo general a ciudadanos sin antecedentes. ¿Qué hace la Policía fastidiando a ciudadanos que no constituyen ningún peligro, cuando debería estar enfocada en hacer inteligencia y perseguir y desarticular las bandas criminales?
El 10 de noviembre de 2017, el exalcalde Alejandro Char y el exgobernador Eduardo Verano entregaron un helicóptero a la Policía. Char dijo: “Al helicóptero le dicen el ojo de Dios. Al bandido que vea lo persigue. Los delincuentes lo van a pensar dos veces para delinquir. Vamos a dar muchos golpes”.
Hasta ahora, al único ‘delincuente’ que ha perseguido la publicitada aeronave ha sido a un imprudente motocarrista en estado de ebriedad en noviembre de 2019.
El hecho causó la hilaridad en las redes sociales. ¿Cuál es la relación costo-beneficio del famoso helicóptero?
Es hora de replantear la estrategia frente al crimen para lograr mejores resultados.
Posdata: Agradezco a la Corporación Excelencia en la Justicia (CEJ) el reconocimiento a mi columna ‘La importancia de la justicia penal’ como una de las mejores del país en 2022.
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