“El voto es más fuerte que una bala”, Abraham Lincoln

La democracia tiene de bueno que cualquier ciudadano puede postularse a un cargo de elección popular. Pero ese legítimo derecho tiene también el riesgo de que cualquiera puede hacerlo sin importar si tiene el perfil, el recorrido y los conocimientos para ser presidente, gobernador, alcalde, congresista, diputado o concejal. Por supuesto, si se establecieran ciertos requisitos eso se interpretaría como un repulsivo recorte antidemocrático, por lo cual son los electores quienes tienen la libre decisión de escoger. Y en ese ejercicio pueden acertar o equivocarse.

El caso de Pedro Castillo es emblemático. He escuchado a este maestro cuya humilde procedencia campesina conmueve, y alarma su incompetencia en temas que, al menos aceptablemente, debería manejar un aspirante a presidente de la república. No se trata de que sea un PhD en economía, derecho o ingeniería, pero si alguien con un conveniente bagaje en materias esenciales.

Lo oí, por ejemplo, en una entrevista de televisión y fue deplorable que no tuviera una noción elemental sobre los monopolios. Se enredó en algo que, supongo, comprende muy bien un estudiante de primer semestre de economía.

Además, sus limitaciones lingüísticas son deprimentes. En términos de elocuencia está a una distancia sideral de líderes de la izquierda latinoamericana como Mújica, Correa y la señora Kirchner. Lo superan incluso Maduro y Ortega. Hasta Evo que no es un portento en oratoria. Y, desde luego, Castillo parece un iletrado (aunque fue a la universidad) frente a un político de recursiva retórica como Petro.

Me han dicho, en defensa de Castillo, que una presidencia suya podría ser exitosa si se rodea de un equipo experto. Admito que un jefe de gobierno puede ser ignaro en asuntos técnicamente complejos y, no obstante, tomar buenas decisiones inducido eficientemente por sus colaboradores.

No cabe duda de que el fenómeno Castillo es un severo castigo a las élites limeñas que desdeñaron las posibilidades del maestro rural de sombrero blanco de ala ancha. El tremendo respaldo a este hombre surgido del Perú recóndito, casi subterráneo, ha sido la respuesta en las urnas de los olvidados y engañados por los dueños tradicionales del poder.

Castillo tiene asustadas a las grandes empresas con un programa de gobierno que pretende estatizar o renegociar los beneficios de la riqueza minero-energética. Y a la clase política le ha dicho que impulsará una Asamblea Constituyente para expedir una nueva Carta Política.

La hazaña de Castillo la facilitó Keiko Fujimori. Con su prontuario judicial y el lastre de su padre, ella es el símbolo de un establecimiento en crisis. Por ahí se metió este nuevo y exótico personaje de la política continental. Lo que no consiguió Sendero Luminoso por la vía armada, lo ha logrado Castillo a través del voto. Razón tenía Lincoln.

@HoracioBrieva