Sorpresivamente, el petrismo y el uribismo confluyeron en la elección del contralor general, salvo unas excepciones de voto en blanco en ambas facciones. Gustavo Petro logró - a través de Roy Barreras - imponer a Carlos Hernán Rodríguez y unir a los partidos del Congreso, a los cuales les interesa una contraloría amistosa. Que no los persiga.
A Carlos Meisel, senador del Centro Democrático, le expresé mi sorpresa. Y me escribió: “Sorprendidos hay que estar es con los partidos que echaron para adelante y para atrás diez veces”. “Con el uribismo o sin él, Rodríguez será el contralor”, me dijo horas antes de la elección.
Definitivamente, la política en Colombia no es dinámica. ¡Es súper dinámica! Después del espectáculo maniqueo de la campaña presidencial era impensable que esto ocurriera. No estar con el petrismo era ser uribista. Y no estar con el uribismo era ser petrista. Sobre este tipo de ofuscaciones, Borges usó una espléndida frase: “Hay comunistas que sostienen que ser anticomunista es ser fascista. Esto es tan incomprensible como decir que no ser católico es ser mormón…”.
A veces con serenidad y a veces con rabia, yo recibí variados insultos. Por no acompañar a Petro, algunos exaltados me veían como un abominable traidor uribista (y secundariamente charista). Luego de esta inesperada convergencia petro-uribista esa falta de cordura debería ir cediendo. La política no es la antinomia blanco y negro.
Pese a lo del contralor y otros temas que merecen una revisión crítica, han gustado varias señales sensatas e inteligentes del gobierno de Petro.
La elección de Rodríguez fue un típico suceso del viejo país político. Lo que demuestra que el cambio no empezó a partir del 7 de agosto por un conjuro mágico. Tomará tiempo y paciencia.
Que este nombramiento haya sido el vergonzoso corolario de las maromas de los partidos que conforman la coalición de gobierno, reafirma que el cambio debe principiar por la política. Por ejemplo, lo del Partido Liberal es particularmente lamentable. Arrancó las presidenciales echándole los perros a Alejandro Gaviria, charló con Petro, adhirió a Federico Gutiérrez, en segunda vuelta (aunque no formalmente) un sector apoyó a Rodolfo Hernández, y tras el triunfo de Petro corrió a declararse partido de gobierno. Es un partido casquivano.
En Colombia, porque la política es súper dinámica, no solo se corren las líneas éticas, sino que la ética se bota para que no estropee las alianzas y los sinuosos acuerdos de poder.
En todo cambio hay una contradicción entre lo nuevo y lo viejo. Y el cambio no es un discurso. No ocurrirá porque Petro sea un magnífico orador. Dependerá de las transformaciones culturales en la sociedad y de la superioridad política y moral de los líderes. Tumbar el corrupto régimen de complicidades (del que habló Álvaro Gómez) no es una sencilla tarea escolar.
@HoracioBrieva