El insigne inmunólogo italiano Sergio Romagnani ha hecho un anuncio barro, como decimos coloquialmente los barranquilleros. Ha dicho que “la vida a partir de ahora será mucho menos bella”, pues durante largo tiempo tendremos que llevar tapabocas y evitar las grandes concentraciones, los espectáculos deportivos, las discotecas y los bares; además, en los restaurantes las mesas tendrán que ir a prudente distancia. Porque para la vacuna, añade, “hace falta mínimo un año”.
En Barranquilla será muy duro porque los abrazos, los apretones de manos, los besos de mejillas y las ruidosas tertulias esquineras, son parte de nuestra tropical cotidianidad.
Se imaginan La Troja con todo el mundo en tapabocas, como chinos disciplinados. Parecerá un hospital. Y el peligro sería que vuelen esos tapabocas - en medio de la alegre ebriedad - como caretas de Carnaval. Probablemente el coronavirus nos imponga modificaciones en el comportamiento ciudadano que hasta ahora no ha conseguido ningún burgomaestre.
Una situación similar a la de hoy se vivió con la ‘gripa española’ que mató a 50 millones de personas.
Sobre ese momento hay una carta del 24 de octubre de 1918 de Laureano Gómez, dirigida a un amigo, escrita a mano por su hija Cecilia, que he conocido por el escritor y publicista Daniel Winograd.
El histórico jefe conservador dice: “Aquí hay de nuevo una epidemia de grippa (así aparece escrita) que tiene alarmada la ciudad. Por lo pronto tiene paralizada la vida; las oficinas están casi todas cerradas; los colegios lo mismo; se han suspendido los exámenes hasta en las facultades; se han ordenado cerrar teatros y cines y por las calles no se encuentra un alma de noche. Al principio fue cosa de risa: todo el mundo estornudando. Pero luego…empezó a morir gente de repente en la calle…El pánico ha ido creciendo. Los entierros pasan continuamente. El problema se ha agravado porque los sepultureros unos están enfermos, otros se han muerto en el oficio…y, según dicen, hay momentos en que más de cien cadáveres esperan, regados en los corredores de las bóvedas, que los pongan bajo la tierra... nadie quiere ir al Cementerio y los entierros, aun los de personas notables, van sin acompañantes”. El prócer azul les dedica una línea a los peluqueros sin trabajo: “nadie se manda a afeitar ni recortar el pelo por miedo a la bronconeumonía”.
El coronavirus, por supuesto, no superará en muertos a la ‘gripa española’. Son otros tiempos.
Como muchísima gente, me he preguntado si florecerá un nuevo ser humano. Después de la mortandad de la ‘gripa española’, el hombre ha hecho maravillas, pero no cesaron las guerras ni la maldad. Yuval Harari, el gurú de moda, ha dicho: “La tolerancia no es una marca de fábrica de los sapiens”. Desde luego, emocionan los gestos de solidaridad que han emergido en la cuarentena. Pero, solo el tiempo dirá si el virus produjo la metamorfosis.
@HoracioBrieva