Cartas desde las islas
Las “cartas desde las islas” en su conjunto, muestran las partes más íntimas de una guerra. Todas son relatos del diario vivir en medio de la muerte que rondaba. Sin excepción, cuando fueron escritas, se convirtieron para sus destinatarios en un acto que reafirmaba los deseos de supervivencia de los autores.
La agenda de noticias del último mes ha estado llena de reportes acerca de la guerra en Ucrania. Con asombro, miedo y tristeza hemos evidenciado cómo, en pleno siglo XXI y cuando ya somos capaces de explorar en detalle otros planetas, un conflicto sociopolítico entre dos naciones se pretende resolver por la fuerza.
La guerra ha formado parte de las relaciones humanas desde los inicios de la civilización. Cuando finalizó la segunda guerra mundial, muchos ensayistas escribieron acerca del compromiso que deberíamos adquirir como especie de no repetir los errores que condujeron a su inicio. A pesar de esas múltiples invitaciones, desde agosto de 1945 a la fecha han ocurrido más de 250 enfrentamientos armados masivos en más de 160 lugares en el mundo. Las vidas perdidas en esos conflictos son recordadas en los libros de historia como un número, desconociendo, seguramente sin intención, las particularidades de cada uno de esos seres humanos que han resultado víctimas de las motivaciones guerreristas racionales e irracionales de sus líderes.
Uno de esos enfrentamientos posteriores a la segunda guerra mundial fue el llamado conflicto del Atlántico Sur o guerra de las Malvinas. Esta última confrontación entre Argentina e Inglaterra sucedió hace 40 años y se prolongó por cerca de tres meses. Los más de 900 muertos en acciones de combate también hubiesen continuado siendo rememorados como un grupo anónimo, si el periódico argentino Clarín, no hubiese decidido publicar como parte de los actos conmemorativos de las cuatro décadas que han pasado desde ese 2 de abril de 1982, cuando inició la confrontación militar, las cartas escritas desde las islas por ocho combatientes fallecidos durante esa guerra.
Leer estos documentos, enriquecidos visualmente por la tecnología con fotografías familiares y con imágenes de objetos personales, arruga el alma. Interpretar durante su lectura, las emociones que embargaron a los autores en sus días finales obliga a la reflexión. Pensar en la tristeza que aún deben sentir sus familiares al “manosear” esos papeles escritos por sus seres queridos ausentes, llena de empatía nuestras vidas.
Una muestra de la carga emotiva que transmiten sus contenidos son estos dos párrafos que transcribo textualmente:
“Les escribo para enterarlos de mi vida por la cual ustedes se preocupan y yo muchas veces, por diversas causas, no reparo en ese especial interés”. Carlos Julio Castillo (tenía 25 años cuando la escribió).
“Quiero volver y abrazarlos a todos y no soltarlos más. Estando aquí estoy comprendiendo lo que es tener una familia, recién ahora me doy cuenta estando a tantos kilómetros”. Marcelo Daniel Massad (tenía 19 años cuando la escribió).
Las “cartas desde las islas” en su conjunto, muestran las partes más íntimas de una guerra. Todas son relatos del diario vivir en medio de la muerte que rondaba. Sin excepción, cuando fueron escritas, se convirtieron para sus destinatarios en un acto que reafirmaba los deseos de supervivencia de los autores.
Mientras el conflicto por la invasión de Rusia a Ucrania continua y, al parecer, se recrudece, muy seguramente y aún aceptando que las formas de comunicarse han cambiado, los combatientes están generando material que podría mostrar con nombres e historias de vida los horrores que padecen seres humanos por este absurdo conflicto. Tal vez, conocer en tiempo real esos relatos, nos motive a exigir que se detenga inmediatamente esta y todas las guerras que nos degradan en nuestra humanidad.
@hmbaquero
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