Una de las palabras que me ha resultado clave para el manejo de la psicoterapia con adolescentes y niños en relación con el uso de los medios de comunicación, es fascinación, atracción irresistible que siente una persona por algo. Me la enseñó Andrés Valderrama, compañero de estudio en la UNAM en la maestría en Paidopsiquiatría, en una ponencia que tiene al respecto. Comprenderla en el contexto del sometimiento de los menores y mayores a las pantallas virtuales, me permitió medir las fuerzas del enemigo contra el que hay que luchar, ese imán poderoso que atrae y aliena, que es superior a cualquier discurso de padres o terapeutas.
Si bien es cierto que, dependiendo del enfoque, los medios son favorables o perjudiciales, se debe reconocer que son una ventana abierta a cualquier cosa que se quiera difundir y sin ningún control. Son famosas las cadenas de anoréxicos y bulímicos que se comunican con el fin de aprender nuevas maniobras para no ganar peso, a un nivel de sofisticación que sólo es equiparable al sufrimiento de su trastorno.
Así como se encuentran explicaciones de cómo hacer una bomba casera, también abundan las que enseñan diversas maneras de quitarse la vida. Debo reconocer mi asombro cuando algunos chicos me han mostrado en su celular la facilidad con que se puede acceder a procedimientos guiados de cómo suicidarse. En muchas caricaturas infantiles se habla de la muerte con tal naturalidad que aquellos conceptos que nos enseñaron acerca de tener los niños consciencia de la irreversibilidad de la muerte a los 8 años de edad, cambió por completo, ya un niño de 5 años sabe decir que morir es desaparecer de este mundo.
Más aún, el suicidio y su consecuente “desaparición de este mundo” pueden ser mostrados como actos heroicos, reivindicativos, dignificantes, no necesariamente como algo malo de lo cual haya que arrepentirse. Eso puede confundir a muchos menores o adolescentes ya vulnerables a ese tipo de información por tener situaciones personales, familiares, escolares, sociales, que afectan su juicio de valores al punto de perder el apego a la vida y preferir la muerte. Detrás de aquello que nació como una moda que daba prestigio, el hecho de cortarse en diferentes partes del cuerpo, en especial los brazos, terminó siendo un signo de alarma porque se descubrió que cortarse representa un triunfo sobre este dolor, ya que puede ser controlado, mientras que el que se lleva por dentro es insoportable. No es una moda, es un grito de alerta desgarrador.
Desde la búsqueda más ingenua que haga un niño, o la más atrevida hecha por un adolescente, se puede llegar a lugares virtuales inimaginables, con un poder de atracción representado en un juego o en una invitación a ver la muerte como una opción, cuyos argumentos seducen si el menor vulnerable no comprende la trampa.
Esto necesita un “tris”, falta el diagnóstico y qué hacer.
haroldomartinez@hotmail.com
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