La Fuerza es mi aliado, y un poderoso aliado es. Vida crea, la hace crecer. Su energía nos rodea y nos une. Somos seres luminosos, no esta materia cruda. Debes sentir La Fuerza a tu alrededor; aquí, entre tú, yo, el árbol, la roca, en todas partes, sí. Incluso entre la tierra y la nave”.
La frase se me vino a la cabeza al mirarme en el retrovisor cuando bajaba del carro y notar que, entre el caucho del tapaboca y las patas de los lentes, ya me tienen las orejas puntiagudas como las de cualquier aspirante a Jedi. La tomé como un aviso del inconsciente para decirme que estuviera pilas porque, así como se descubrió que los Sith, enemigos de los Jedi, no se habían extinguido, así mismo sabía que el C-19 no se ha ido y tenía que ser precavido al iniciar mis primeras consultas presenciales en el hospital de Santa Marta.
Fue una experiencia bellísima. Los tres primeros muy desorganizados, con sendos trastornos de integración sensorial, inquietos, movedizos, dispersos, con sus voces altisonantes detrás del tapaboca gritando su diagnóstico. El cuarto, llegó metido en una escafandra detrás de la cual sólo se veían los ojos y que corroboraba el diagnóstico que ya traía, un trastorno obsesivo compulsivo del tipo miedo al contagio, exacerbado a unos niveles preocupantes por lo de la pandemia; su casa es un laboratorio de resistencia antiviral con un arsenal de antisepsia del que no se escapa rincón de la casa o familiar que entre o salga; no importan las medidas de seguridad que tomen como adultos, son fumigados.
Y aquí se plantea una dificultad práctica, la escafandra no permite escuchar con claridad lo que dice. Le pido que suba el volumen de la voz, pero no mejora mucho el asunto. Así que, con la sabiduría de Obi-Wan Kenobi, rompo el protocolo de la distancia y le pido que se acerque, confiando en lo que narra la madre acerca de sus excesos en la desinfección, con toda seguridad está más limpio que yo.
Llovía cuando salí del planeta HUJMB, las calles alrededor inundadas, así que, tomamos la vía de la circunvalar de regreso a Barranquilla, el cerebro a velocidad intergaláctica repasando las escenas de la consulta, analizando la experiencia de esta nueva realidad que afrontaré sin saber hasta cuándo y, para la cual, tendré que prepararme. Preguntas sobre la conveniencia o no de las mismas en este momento en que ha empezado el rebrote; lo que debo hacer por mí mismo para protegerme con mis medidas de bioseguridad, las únicas en las que confío; quién hace el filtro sanitario de control de los pacientes, cuál es su protocolo; es suficiente o no lo que hacen.
La nueva forma de mis orejas es una muestra de la disciplina que he tenido en el entrenamiento para Jedi del Siglo XXI que debe usar tapaboca por un buen rato en este futuro que se nos vino encima con un virus bien letal y culpan a un tal Darth Vader. Que La Fuerza me siga acompañando.
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