La venganza es un plato que se sirve frío, reza el refrán, para referirse al proceso que viene después de una injusticia de cualquier tipo en contra de alguien, todo aquello que ocurre en la mente del ofendido y su afán de tomar revancha para compensar aquel dolor.

Hoy, 10 años después del atraco que nos hicieron en la semifinal del Mundial de Fútbol de 2014 en la semifinal contra Brasil, en la cual le anularon un gol absolutamente válido a Mario Yepes, tomamos revancha de la manera en que lo hace la gente educada, es decir, derrotándolos en lo que creen que son buenos, con argumentos, con elegancia, con determinación, con el autoconvencimiento de saber que se puede. Como sucedió en el reciente encuentro entre Colombia y Brasil, en el marco de la Copa América, en el cual nuestra selección le dio una cátedra de fútbol a los brasileros con todo el montón de estrellas que tienen en su equipo.

Fuimos superiores en las dos fases, firmes en la defensa para resolver sin apuros y audaces al ataque para crear situaciones de gol. Durante muchos pasajes en el partido fue reconfortante verlos sometidos en su propio campo, defendiendo con once hombres, mientras nuestros jugadores tocaban entre 6 y 12 veces el balón, en promedio –promedio de equipo grande-, en busca de situaciones de gol. Más aún, me resultó impactante ver a los brasileros torpes por momentos para salir con el balón desde su defensa, y perderla fácilmente por la presión alta de los nuestros.

Mis amigos me tiran piedras porque soy fundamentalista a la hora de hablar de fútbol, deporte en el cual un equipo somete al otro con el dominio del balón con los pies; el gol llegó después como una necesidad de definir qué equipo ganó. De tal manera que, si usted tiene en su equipo a los mejores jugadores del mundo, debe derrotar a todos los equipos que enfrente.

Futbolísticamente fuimos superiores a los brasileros, considerados superestrellas, con un fútbol que por momentos fue jogo bonito y en la fase defensiva suficientes para borrar a sus estrellas al ataque, empezando por un tal Vinicius Jr., quien pasó desapercibido en los 95 minutos que duró el partido.

Estas son las revanchas que el fútbol permite siempre y cuando el ofendido sea capaz de sobreponerse a las circunstancias y prepararse para el momento. Yo estaba tan seguro hoy que le íbamos a ganar a Brasil 2 a 1, como lo estaba en el estadio de San Ciro contra Alemania. El resultado fue igual, pero el fútbol desplegado en los dos partidos me permite soñar con que esta selección puede llegar a una final y ganarla porque tiene fútbol con qué lograrlo. Sería lo máximo.

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