¿No les parece una maravilla que uno de los megamillonarios del planeta, que está metido como asesor en los viajes espaciales, que acaba de implantar en el cerebro de unos pacientes gravemente enfermos un chip que puede mejorar su condición como la medicina nunca lo había logrado, sea autista?

A mí no me sorprende, lo sé desde 1988 cuando terminaba mi entrenamiento como Paidopsiquiatra en la UNAM y mi mentor en México, el Dr. Gregorio Katz Guss -Miembro de la Academia Nacional de Medicina de México, distinguido en el último congreso de la Academia Americana de Psiquiatría de Niños y Adolescentes en una sesión llamada “Gigantes: Cómo cuatro líderes en psiquiatría de niños y adolescentes crearon programas innovadores y cambiaron los sistemas”-, me concedió el honor de invitarme a su Clínica de Psiquiatría, Psicología y Psicopedagogía para entrenarme en los trastornos del desarrollo.

Todo iba bien, las terapistas me enseñaban cómo abordar y trabajar con los pacientes con cualquier diagnóstico, podía interactuar con ellos, hasta cuando apareció el primer autista. Con este chico no me funcionaba ninguna de las morisquetas que le hacía para contactarnos. Mi maestro me enseñó desde “La fortaleza vacía” de Bruno Bettelheim, lo más claro en autismo a la fecha, hasta lo último en neurología, pero nada. Hasta un día en que San Lionel Richie me hizo el milagro. Estaba de moda All night long y empecé a tararearla mientras nos preparábamos para la sesión de la tarde. Cuando sonó el coro, una de las terapistas me hizo señas, el niño lo tarareaba. Por supuesto, me le puse al lado y le bailé como el cantante pop hasta arrancarle una sonrisa. ¡Aleluya, bienvenido al cerebro autista!

Este niño venía de un centro de modificación de conductas en Estados Unidos porque era muy disruptivo, regresó hablando en inglés en pocos meses, así que nos conectamos en ese idioma y todo fue más fácil. Después, y en conjunto con las fonoaudiólogas pudimos regresarlo a su lengua madre. Eso cambió por| completo mi visión del autismo. Desde entonces, habito y disfruto ese planeta y siempre me pregunto ¿qué hay en ese cerebro?, ¿hasta dónde llega la enfermedad?

Por eso me preocupan las predicciones de Elon Musk, pero no las del “salario básico universal” después de la automatización de los trabajos, de eso no sé; sino las que plantean como necesidad el hecho de fusionarnos con las máquinas como manera de sobrevivir, so pena de sucumbir en lo que seremos los humanos: un conjunto de algoritmos diferentes que carecen de una voz interior o un yo únicos y están modelados por los genes y las presiones ambientales.

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