No me explico cómo no se me ocurrió antes, es el camuflaje perfecto para vacilarse todo en esta vida, empezando por los carnavales, de los cuales vengo escondiéndome en los últimos años por culpa de ya saben quién. Mi escenario no varió mucho en estos 4 años el sábado y domingo de carnaval: la pinta carnavalera, el pote de Maizena, el six pack de cervezas en la hielera y el televisor a todo volumen para vacilarme en la sala de mi casa la Batalla de Flores, la Gran Parada y cuanto espectáculo carnavalero televisen. Mono, pero no bacano.

Bacano es estar en la calle, en el cumbiódromo, en el goce total haciendo lo que recomienda O poeta Vinicius de Moraes Carnaval é o periodo em que as pessoas festejam no seu mundo com a fantasia de que estao em outro. Al carnaval de Barranquilla le debo haber podido lograr una de las vivencias más importantes de mi vida, desfilar en el cumbiódromo haciendo música gracias a la Escuela de Percusión de Barranquilla, Epebá, dirigida por Istvan Dely, de la cual fui alumno. Fantasía resuelta.

Ahora la fantasía es regresar al cumbiódromo este año, no para hacer música, sino para sentir en toda su dimensión el carnem levare, quitar la carne para liberar el espíritu, entendido este como la unión de todas las inteligencias al servicio del ser humano para el goce.

Debido a que mi cumpleaños coincide con frecuencia con los carnavales, nací un martes de carnaval en pleno sepelio de Joselito, tengo fotos que me muestran desde mis 8 años de edad partiendo la torta disfrazado y todos los asistentes también, con una confección depurada de sus vestidos referidos a los superhéroes o motivos de la época.

Yo no puedo renunciar a eso, está en mis genes, debo regresar a las calles, a enmaizenarme, a bailar en la esquina, a cantar en el palco, a darle gracias a la vida por poder disfrutarla en esos instantes en que estoy en el otro mundo del poeta de Río de Janeiro.

La máscara de marimonda se convierte en una herramienta que va más allá de disfrazar, al resolver mi paranoia de estar en sitios atiborrados de personas sin tapabocas. Es el disfraz perfecto para la ocasión, en carnaval la gente grita más por los altos decibeles de ruido en el ambiente y eso hace que expulse de su boca las gotitas de Flugge, que viajan bastante, en especial, si hay brisa. 

Es la escafandra perfecta para bailar en la mitad de la calle sin temor a contagiarse de las tales variantes que andan por ahí y de cuyos nombres no quiero acordarme. Llamaré a mi sastre para que se luzca en su confección.

La única duda que tengo es si le pongo en la parte de atrás el escudo del Unión Magdalena.

haroldomartinez@hotmail.com