Particularmente contento porque germinó una semilla que planté en el cerebro de un estudiante de medicina un par de años antes de la pandemia, cuando llegó a mi consulta en busca de una orientación para la carrera y al final de la misma salió decepcionado porque le dije que iba a perder el primer semestre, y le expuse mis razones. Lo fundamental era que, a pesar de la inteligencia que le reconocían profesores y amigos, confiaba en su memoria y capacidad de escucha, pero no leía.
La segunda vez que nos vimos fue al terminar su primer semestre de medicina para decirme que no lo había perdido, pero se sintió peor porque sacó las calificaciones más bajas de todo el grupo. Me confirmó lo que le dije acerca de lo mal que estudian los alumnos de esta ciudad, incluido él, porque sólo hacen el paso uno, percepción, que puede ser visual, auditiva; y el paso dos, comprensión. Hasta ahí se van a dormir sin remordimientos, con el conocimiento en la fragilidad de la memoria. Pierden el examen al día siguiente porque no han hecho el paso tres, el único que garantiza que se aprehenda el conocimiento, la repetición del concepto para que quede grabado.
Esto era un punto crítico a resolver con respecto a la forma de abordar el próximo semestre, o lo sufría o lo hacía de una manera más agradable, solicitaba mi orientación profesional. ¿Qué se puede recomendar a un joven que tiene el valor de poner la cara para solicitar herramientas con el fin de mejorar? Enseguida, se me apareció un nombre en la mente, Jorge Wagensberg, y su libro El gozo intelectual y no dudé en prestárselo como parte del tratamiento. Él decidía cuándo devolverlo.
Le dije que se lo leyera en busca de aquella emoción que plantea el autor acerca del verdadero gozo intelectual: “el que ocurre en el momento exacto de una nueva comprensión”. No hay conocimiento verdadero sin gozo, para eso, hay que disponer todo el cuerpo para el disfrute. Hay dos formas de estudiar. Una es con la jeta torcida, lo cual cierra el cerebro enseguida; otra es con una sonrisa y con los sentidos activando cada canal de aprendizaje para el proceso del estímulo, la percepción, la comprensión, el análisis, la reflexión, la creatividad.
En estos días regresó a consulta a devolverme el libro, apenas entró, supe que había sido ungido con la magia de la nueva comprensión, la que garantiza la asimilación del conocimiento, y que estaba en pleno gozo intelectual estudiando medicina como se debe estudiar la medicina. Quiere especializarse en neurología, en busca de la pregunta interesante, como le enseñó Wagensberg para desarrollar la creatividad.