La nueva colaboración entre el renombrado director griego Yorgos Lanthimos y la actriz Emma Stone no muestra la gentileza que sugiere su título; más bien, es una fábula en la que se satiriza la condición humana con la crueldad característica de este director, reminiscente de sus primeras obras como Dogtooth.

Narrada en forma de tríptico surrealista, donde los mismos actores aparecen en cada segmento, la primera historia sigue a un hombre de negocios (Jesse Plemons) que, día tras día, obedece ciegamente las instrucciones de su maestro (Willem Dafoe) como muestra de lealtad. Sin embargo, cuando la manipulación llega a su punto máximo, él decide tomar el control de su vida, con consecuencias devastadoras.

La segunda historia se centra en un policía (Plemons) atormentado por el regreso de su desaparecida esposa (Emma Stone), quien ahora parece ser una persona diferente. El nivel de duda y angustia lo lleva a exigir pruebas difíciles que rozan con la locura.

En la tercera parte, nos sumergimos en el mundo de una secta mesiánica, donde una mujer (Stone) se debate entre el amor por su hija y la lealtad a la secta, que busca encontrar un líder espiritual que los salve de los pecados de la humanidad.

La exploración de la crueldad alcanza niveles oscuros de sadomasoquismo difíciles de digerir, y los elementos que conectan las historias giran en torno al abuso y la manipulación por parte de los seres humanos.

A pesar del elenco estelar y el estreno triunfal en la Selección Oficial del Festival de Cannes de este año, donde Plemons se alzó con el premio a Mejor Actor, la película no alcanza el nivel de producción y entretenimiento de anteriores trabajos de Lanthimos como The Favourite o Poor Things, por la cual Emma Stone ganó el Oscar a Mejor Actriz.

El guión, coescrito por Lanthimos y su colaborador Efthimis Filippou, presenta situaciones tan sorprendentes como arriesgadas. La cinta, de casi tres horas de duración, deja perplejo al espectador con su humor negro y sus escenas transgresoras, que en parte se ven compensadas por la fotografía del irlandés Robbie Ryan, capaz de transformar espacios comunes y otorgarles una dimensión más estética y dramática.

Quizás lo que mejor define la película es la letra de la canción que abre, "Sweet Dreams" de Eurythmics: “todo el mundo está buscando algo, algunos quieren usarte,  otros quieren ser usados por ti, algunos quieren abusarte, y otros quieren ser abusados”.