La última película de Daren Aronofski es tal vez la más emotiva del año, y aunque se pueda decir que haya algo de manipulación, el manejo de la temática resulta muy realista, ocupándose no solo del problema de obesidad del protagonista, sino de otros aspectos de las relaciones intrafamiliares.

Escrita por Samuel D. Hunter y basada en su obra del mismo nombre, la historia se centra en Charlie (Brendan Fraser), un hombre de mediana edad enfermo de obesidad, quien trata por todos los medios de reconectarse con su hija Ellie (Sadie Sink) de 17 años, de la cual se separó tiempo atrás por razones ajenas a su voluntad.

El dolor y la culpa producto de esta separación lo han llevado a los excesos a los que tantos en su condición acuden: el escape emocional con la comida, hecho que resulta en un círculo vicioso de autodestrucción, que la cinta muestra con empatía y a la vez desagrado.

También nos enteramos de la razón por la cual Charlie se ha separado de su familia. Una relación paralela que sostuvo con un amante, el cual termina perdiendo, llevándolo aún más al estado deplorable y lastimoso en que se encuentra, y cuya salida se hace cada vez más remota.

El caso es tan extremo que Charlie no puede desplazarse, hecho que conlleva a que el filme se desarrolle en los confines de un espacio único, resaltando el aspecto teatral del mismo.

La actuación de Fraser, lo más preciado de la película, contrasta con la historia personal del actor, quien sufrió no sólo lesiones físicas derivadas de la actuación, sino también traumas producto del abuso sexual que denunció en 2018, parte del movimiento MeToo.

Los personajes que se acercan a Charlie amplían el panorama, extendiendo la trama hacia temas relacionados con la religión, la homofobia, el suicidio, y la sociedad contemporánea que conduce a seres como Charlie a la marginalización.

Tal vez las escenas más conmovedoras son las que se producen con su enfermera Liz (Hong Chau), el único apoyo incondicional que tiene, pero que también en su momento lo confronta con su propia realidad depresiva, y su exesposa Mary (Samantha Morton), quien carga parte de la culpa de haberlo alejado de su hija.

La película nos deja cuestionando nuestras propias prevenciones respecto a la apariencia física, los efectos de la homofobia y la religión como medio de escape de la realidad.

El filme tuvo su estreno en el Festival de Venecia, y Fraser fue nominado a los Premios Oscar como Mejor Actor.