El drama alemán dirigido por Dominik Graf, quien escribió el guión con Constantin Lieb, está basado en la novela de Erich Kästner (1931), Fabian: the story of a moralist, y tuvo su premier en el Festival de Cine de Berlín. Empieza con una toma del Berlín actual en una estación de tren, y paseamos por sus corredores para salir transportados a 1931, la Alemania de entreguerras.
Resulta tan confuso como el caótico periodo que muestra, el fin de la República de Weimar, y su asociación con el momento actual no es casual. Allí encontramos a Fabian (Tom Schilling), un joven desilusionado por su experiencia como soldado en la Primera Guerra, quien sufre trastorno de estrés postraumático y ha adoptado una actitud nihilista ante la vida. Trabaja en publicidad para una compañía de cigarrillos mientras sueña convertirse en escritor, y pasa sus noches en burdeles y bares de la ciudad en compañía de su amigo, Stephan Labude (Albrecht Schuch), un aristócrata involucrado en la academia, y con más consciencia social.
Las salidas de los jóvenes, sus interacciones con las mujeres y algunos aspectos de su vida familiar nos dan una idea de la decadencia que se vive. Narrada con cierta ironía por una tercera persona, a veces con voz masculina y a veces femenina, parece presagiar lo que viene.
Por eso, nos invade una sensación de temor, una incomodidad que no sabemos si viene de los personajes, la cámara o la música, hasta que en una de las salidas Fabian conoce a Cornelia (Saskia Rosendahl), una joven con quien entabla una relación que cambia el tono de la cinta, iluminando por un instante el sórdido panorama.
Aunque desarrollan lazos muy intensos, Cornelia, contrario a lo que se espera de una mujer en esa época, pone su carrera por encima de la relación, y exige respeto por sus aspiraciones artísticas, haciendo prometer a Fabian no interferir con ellas.
Es así como mientras Fabian pierde su trabajo, Cornelia empieza a surgir como actriz, aceptando los avances sexuales de Makart (Aljoscha Stadelmann), un productor que promete llevarla a la fama, provocando un nuevo cambio en la pareja.
Labude por otro lado viene de terminar su relación, bajo premisas típicas del misoginismo de la época, y se concentra en entregar su tesis a la universidad, que ya se encuentra plagada de nazis, como el personaje que le hace una jugada fatal con su calificación. A pesar de ser hijo de un acaudalado abogado, es idealista y profesa ideas de izquierda que buscan un cambio social.
Going to the Dogs es una historia íntima de desilusión personal dentro de un estado de tragedia colectiva. Captada con cámara en mano dentro de los lugares más sórdidos de Berlín, justo antes de la subida de Hitler al poder, Graf nos pasea por una mezcla de géneros que van desde las imágenes más surrealistas, hasta la narrativa más realista y secuencial de sus personajes centrales. Las mezclas con archivos en blanco y negro, aunque puedan parecer desencajadas, hacen sentido bajo la edición de Claudia Wolscht. Se presenta en plataformas digitales.