La nueva película de Aki Kaurismäki, conocido director finlandés, es una tragicomedia que reúne dos personajes en situaciones miserables, muy distantes una de la otra, pero que de cierta forma convergen por razones que el espectador deberá analizar y cuestionar por si mismo.
La película comienza con Waldemar Wikhström (Sakari Kuosmanen), un vendedor de camisas que está separándose de su mujer y parece buscar un nuevo rumbo en su vida. Vende lo que le queda de inventario, sale de su negocio y se va a jugar al póker. Con la suerte de su lado y la ganancia acumulada, decide comprar un restaurante que está en decadencia, y se propone sacarlo adelante, incluyendo a los empleados que allí trabajan .
Por otro lado, vemos a Khaled (Sherwan Haji), un refugiado que llega de Siria como polizón en un barco de carga. La manera como aparece es una de las imágenes más impactantes del filme y más difícil de borrar de la memoria, lo mismo que la manera como Waldemar dice adiós a su esposa para siempre.
Khaled se entrega a la policía en busca de asilo político, y en los interrogatorios su historia empieza a surgir. Su objetivo primordial es encontrar a su hermana Miriam (Niroz Haji) pues el arduo camino del escape los terminó separando.
Cuando el asilo le es negado, no le queda otra salida que escapar antes de ser deportado, y aquí es donde empieza el encuentro con Waldemar, un ser compasivo, a diferencia de los rufianes de ultraderecha que le toca enfrentar en la calle.
La película hace una aproximación inteligente al drama de los refugiados, mostrando el prejuicio racial de las bandas neonazis, pero también el lado humano de quien da una mano de apoyo. Se percibe el abuso de la mujer como el eslabón más débil de la cadena de infortunios, que se refleja subrepticiamente en el caso de la hermana, y el tema del matrimonio disfuncional, cuando Waldemar se encuentra con su esposa tiempo después.
Otro aspecto que toca es relacionado con el alcoholismo, problema muy presente en esa región, y la esperanza, que como el título de la cinta lo indica, siempre tiene su doble faceta, dejando espacio abierto a las conclusiones.
Kaurismaki se centra en personajes desfavorecidos para desarrollar sus historias. En su película anterior, Le Havre (2011), también muestra un drama sobre la inmigración, donde un niño africano llega en un barco de carga al puerto de Le Havre, y un limpiabotas se apiada dándole posada.
Los escenarios que presenta son simples, sin mayores efectos, pero cautivan por tener un buen libreto de base. Por ello obtuvo el Oso de Plata en el Festival Internacional de Cine de Berlín y estuvo nominado al Oso de Oro, entre otras nominaciones y premios.