Este año llegó con nuevas oportunidades, retos y cambios para todos nosotros, creo que es bueno detenernos a pensar de qué manera estamos tomando las riendas de nuestras vidas. Por eso, quisiera aprovechar este espacio para reflexionar sobre la forma en que podemos tomar decisiones de una manera más prudente, consciente y sensata.
Como nunca antes, tenemos la capacidad de decidir en qué enfocar nuestra atención. Desde las series que vemos, los libros que leemos, hasta los influenciadores que seguimos, nuestro cerebro trabaja constantemente tomando decisiones. Sin embargo, esta abundancia de opciones también trae problemas. El psicólogo Roy Baumeister acuñó el término ‘fatiga de decisión’ para referirse al cansancio mental que se produce por la cantidad abrumadora de información que procesamos día a día para poder tomar decisiones.
Ahora bien, tomar buenas decisiones es una habilidad para la vida que debemos aprender y reforzar. La pregunta clave es: ¿cómo podemos aprender a tomar buenas decisiones? Según la Universidad de Dartmouth, hay ciertos parámetros que podemos seguir y que me gustaría repasar.
Parece obvio, pero si no se comienza con el pie derecho, nuestros esfuerzos serán en vano. Por eso, lo primero que debemos hacer es identificar cuál, exactamente, es nuestra decisión. Pasar de lo abstracto a lo concreto. La mejor manera de hacerlo es darle un nombre, por ejemplo, “estoy ante la decisión de permanecer en el mismo trabajo o aceptar una nueva oferta en otra empresa”.
El siguiente paso consiste en investigar y recopilar tanta información como sea posible. No debemos menospreciar nuestra propia experiencia. Una vez nos hayamos apoyado en estos recursos, lo mejor es consultar el caso con las personas a nuestro alrededor. Ellas nos pueden dar una perspectiva más sosegada, amplia y nutrida.
Una vez tengamos información pertinente, es importante establecer lo que es posible hacer y dejar afuera lo que no. En este paso, recomiendo buscar una hoja de papel y un bolígrafo para anotar nuestras opciones. De lo contrario, es posible que olvidemos algunas consideraciones importantes. Así, con las alternativas ante nuestros ojos, podemos empezar a sopesar las consecuencias y pensar cómo pueden afectar nuestra vida, en ámbitos personales, familiares, profesionales y económicos.
Una vez hayamos hecho todo esto, podemos estar seguros de haber tomado las medidas necesarias para elegir nuestra mejor alternativa. Eso sí, también debemos informar a todas las partes pertinentes y establecer los acuerdos necesarios. Las decisiones nunca se toman en el vacío y siempre habrá otras personas que se vean afectadas por ellas.
Tomar buenas decisiones no solo nos salvará de muchos dolores de cabeza. Es parte fundamental de nuestro camino, hacía una vida más plena y feliz. Así como nuestro presente es el reflejo de las decisiones que tomamos en el pasado, nuestro futuro será el reflejo de las decisiones que tomemos de ahora en adelante. Por eso, no dejemos que se nos escape la oportunidad de tomar el timón y empezar a construir la vida que queremos con este nuevo año.
*Rectora de Areandina Valledupar