Esta columna surge de mi constante reflexión respecto a las libertades femeninas, analizó las historias de mis ancestras, los relatos de las mujeres en general, de mis amigas y mi propia historia, se dificulta encontrar narrativas de goce, derechos, exploraciones y libertades desprovistas de culpas; a las mujeres desde antes de nacer nos establecen unos roles – estereotipados – que dicen que hacer y que no, que es pecado y que es bondad, que se puede y que es prohibido, las mujeres somos las cuidadoras del mundo entero, como madres, tías, hermanas mayores, figuras públicas estamos llamadas a cuidar y mantener en orden todo, no tenemos derecho a no hacer bien las cosas, más que seres reales nos condenan al imposible de ser perfectas, en medio de todo esto la pregunta inevitable es ¿Cuándo somos felizmente placer y goce? Si estamos siempre en función de cumplir roles, de proteger y ordenar el mundo y nosotras quedamos en tercer plano, muestra de ello es que si hablamos a “brasier quitao” nos confesamos que muy tarde descubrimos el placer, que nuestras relaciones intimas han tenido alguna marca de densidad por lo que nos venden como erótico o pecado y peor el asunto de la masturbación es algo casi que demoniaco, muchas nunca lo han hecho y las que lo han hecho se han sentido – sucias o pecadoras – todo ello es la radiografía del mundo doble moral en el que vivimos, uno en el que ser felices y vivirnos a plenitud se convierte en un panorama utópico.

Hoy quiero hablar de la sexualidad femenina y la importancia de vivirla libre, sin colgarla a la exclusividad social de la heteronormatividad donde la dependencia de un sujeto masculino/fálico determina el placer y el estallido erótico, donde el coito es el único camino que la industria porno legitima como generador de placer o el vestirse, moverse y entregarse a otro que debe recibir todo el placer de nosotras para que no corra a los brazos de otra, cuando esto no depende de nosotras sino de la cultura machista que le ordena ser infiel y verticalmente dominante.

Las mujeres merecemos descubrir nuestro cuerpo, explorar nuestros puntos eróticos, amarnos, respetarnos y conquistar nuestro ser; tenemos el derecho a pausar nuestra agitada vida para entregarnos a nosotras mismas, a la liberación de orgasmos reprimidos, al estallido de gemidos silenciados, esto no es un acto de vulgaridad desbordada es un universo de tejidos eróticos/sensibles de conocernos y fortalecer nuestra autoestima, deconstruir paradigmas patriarcales de depender de modelos de sexualidad establecidos que limitan nuestra libertad creativa y la posibilidad de descubrir nuestros estallidos, el elixir de vivirnos y explorarnos con la dedicación que amerita.

En este sentido, es pertinente comenzar cambiando modelos moralistas de la masturbación o recetas de como se practica, porque se limita un escenario amplio como la sexualidad que en ocasiones se piensa que es solo el coito y que debe pasar todo como en un acto secuencial esquemático y no es así, la masturbación puede tener todos las posibilidades de darse, mediante la agudización de nuestros sentidos y la activación de nuestros órganos erógenos, nuestra piel, respiración, manos, observación y el movimiento de nuestro cuerpo en danzas inventadas para nuestro propio ser, vernos al espejo, meditar, estimularnos con sonidos, música o pensamientos, es un mundo de libertades que podemos activar sin el peso de construcciones sociales que nos hacen sentir pecadoras o sucias, eso solo es trampa del patriarcado que procura evitar que las mujeres podamos liberarnos de apegos dañinos, culpas , miedos e inseguridades, masturbarnos y explorarnos implica transgredir muchos arquetipos y movilizar estereotipos condenatorios hacia senderos de libertad y plenitud construidos por nuestro propio ser desde la consciencia de ser sujetas de derechos que pueden cambiar la historia y tejer nuevas realidades, mujeres que más allá de los mitos puedan decir me conozco, me amo, me perdono, me exploró y desde esa garantía de autocuidado amar a otros sin condenarse a vivir como perfecta sino como un ser real con derecho a todo. Vivan los orgasmos que enaltecen el tiempo de placer, el tiempo de explorarnos y la valentía de romper modelos, es momento de cambiar libretos heteronormativos por unos flexibles que enaltecen al propio yo y lo protegen de normalizar violencias, vivan las mujeres que no le temen al placer y a construir creativamente formas deslimitadas de vivirlo.