Hace poco más de un año se comenzó a hablar de un nuevo virus en el mundo y hace poco menos de un año – precisamente en marzo de 2020 – llegó a Colombia, justo cuando muchos decían que eso era algo de la China y que por acá ni se asomaría y menos en el Caribe, porque el virus no era del calor y aquí lo que hace es calor.
Contra todo pronóstico el virus llegó y no solo por unos días, parece que por una temporada muy larga. Se dijeron muchas cosas: “Los jóvenes no se contagian”, “el peligro es para los adultos mayores”, pero a la fecha hemos visto jóvenes menores de 25 años morir por Covid y a personas mayores de 80 sobrevivir, paradojas pertinentes en un mundo que necesita bajarle a la soberbia.
Hay una pandemia que nos ocupa llamada Covid, pero otras que históricamente han estado y no le hacemos frente como el machismo (patriarcado) funcionan atacando lo más débil y volviendo frágil lo aparentemente imbatible.
Dicho esto procedo a explicar porque considero que #LaCovid actúa como el machismo, lo primero que exige es aislamiento y distanciamiento, el quiere que sus víctimas estén solo para él, concentradas y sometidas, generando impactos psicoemocionales como el miedo, la paranoia o ansiedad, aturde sin distinción de raza, estatus, sexo o religión, va como pesadilla sin fin recordando la fragilidad que somos como humanidad, somete a los fuertes con la misma sevicia que a los débiles, disfruta alterar con las cifras de contagios y muertes diarias; no perdona el mal uso del tapabocas ni las reuniones sociales, tortura directa o indirectamente, cuando recibimos noticias de alguien que falleció o que después de mejorar se complica, así de pasivo agresivo puede ser, tal cual, como actúa el machismo, con lo abrupto de su interés por dominar o con su hipócrita sutileza de amores tóxicos, como buscando generar un apego desde el temor, porque aun los que le desafían incumpliendo protocolos sienten miedo de contagiarse pero juegan a liberarse corriendo el riesgo de ser condenados por un virus dominante – por ello – a quienes han dicho “eso a mí no me da” los atrapa con furia.
Se han explorado recetas para su tratamiento, pero ninguna es científicamente comprobada, se ha acudido a remedios ancestrales que han resultado beneficiosos para algunos casos; todo esto son como los intentos por erradicar el machismo, puede funciona, pero no es la solución definitiva.
Genera culpa cuando alguien da positivo todos comienzan a especular o dicen: ya habrá contagiado a muchos, antes de la empatía le aplican el castigo social, así actúa el machismo. Todos son provocadores y culpables de su actuar, menos quien lo ejerce, esta pandemia parece abrazarse con mucho ahínco con la de las violencias basadas en género y no es que me guste hacer comparaciones, es que esto actúa con sigilo peligroso, se disfraza de normalidad como la microviolencia, en el caso de los (asintomáticos), y va afectando a muchos; la Covid es de sumo cuidado, si te confías te oprime hasta asfixiarte y no le gusta que lo ignoren se hace notar hasta causar la muerte si es necesario, una vez emprende el ataque hay que enfrentarlo hasta combatirlo, no se le puede tratar como inofensivo por muy asintomático que parezca, así como al machismo que se disfraza de amor romántico para parecer bueno, pero es tóxico y hay que erradicarlo sin caer en los témpanos que instalan en estados de muertes (espirituales, emocionales, sociales y al final físicas).
Hoy escribo desde la tristeza de haber despedido a grandes seres que aun enamorados de la vida la Covid los fulminó, con la alegría de quienes han logrado superarlo y la fuerza encendida para superarlo yo – el único positivo que no me ha gustado tener– aquí voy con la resiliencia de los cactus guajiros que se mantienen siempre firmes.