
El post-amor y la postverdad
En este periodo pacificado del post- amor comprendo los episodios de felonía, dureza y orgullo por el cual, transitan muchas almas, ahora sin juzgarlas porque cada persona tiene su historia y con ella decide avanzar o quedarse en la quietud peligrosa de normalizar hasta lo que más les lastima, con el mejor vestuario de postverdad y ausencia de amor propio, es el abandono al orgullo que se ampara en egos perversos.
He escuchado muchas veces que el amor es la locura que lo-cura todo, es que el amor es un milagroso renacimiento que al fluir parece de otra galaxia, no es perfecto, puede traer dolor, dinámicas emocionales, sorpresas, pero sin duda se enciende la magia - mientras dura -
Hoy le escribo al post- amor después de un tiempo de silencios, de retornos a úteros olvidados, de sumergirse en el universo de la desesperanza donde sólo cuantificaba sus errores y los míos, hoy valientemente le escribo al post-amor desde una política de volver a creer en formas reinventadas y desrecetadas de amar.
Como dice Fito Páez en la canción “Al lado del camino” – “En tiempos donde nadie escucha a nadie, en tiempos donde todos contra todos, en tiempos egoístas y mezquinos, en tiempos donde siempre estamos solos”. Estamos en tiempos de tantas denigraciones que incluso la esperanza más terca se ve amenazada a claudicar; al hablar de amor, política, salud, negocios, de cualquier cosa aparece el refrán “De eso bueno no dan tanto” hay desconfianza y desde esa orilla se vive en una eterna incertidumbre. Así está el asunto, invadido de postverdades que se disfrazan de realidades sensatas, hacemos daño y nos causamos daño en medio de festivales de relaciones e informaciones en la que los datos objetivos tienen menos importancia que las opiniones y emociones que suscita. Posverdad o mentira cargada de emotividad intencionada, se describe desde la distorsión deliberada de una realidad en la que los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales, así pasea el amor, la amistad y toda la humanidad, entre narrativas falsas que logran muchas veces nublar el poder de la lealtad y las libertades de amor.
En este periodo pacificado del post- amor comprendo los episodios de felonía, dureza y orgullo por el cual, transitan muchas almas, ahora sin juzgarlas porque cada persona tiene su historia y con ella decide avanzar o quedarse en la quietud peligrosa de normalizar hasta lo que más les lastima, con el mejor vestuario de postverdad y ausencia de amor propio, es el abandono al orgullo que se ampara en egos perversos.
El post-amor de una mujer es un viaje sin retorno, que se reinventa desde diferentes universos y se permite la libertad, dando la más dulce bienvenida a nuevos amores, las mujeres tejemos la mejor metáfora existencial cuando nos reparamos de tanta postverdad emocional y creamos la política genuina de amarnos y respetarnos. Es cuando, somos la metáfora de la mariposa y descubrimos que la crisálida puede volar, desplegar sus alas y reconoce que lo único que detenía sus alas era el miedo al dolor del olvido.
El post amor de una mujer (enamorada de ella) no es otra cosa, que la posibilidad de reverdecer y volver a la vida en alianza con el poder adquirido de olvidar con amor y entregar la mayor gratitud por todo lo vivido. Las mujeres que sobreviven a todo ese mundo de agitaciones emocionales, logran regalar un adiós pacificado y dan la bienvenida al nuevo amor que sabe esperar para nacer a tiempo. Porque el amor, es una cosita sería y jamás debería ser una fórmula ortodoxa que no permite cambios y movimientos, nunca se debe amparar en la postverdad sino en el tejido libertario que garantice que ninguna premisa romantizada les va a desdibujar de su ser a quienes se atrevan a vivir el amor – aclaro- el amor sin sobrevaloraciones dañinas, sino como un acto político y poderoso de empoderamiento.
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