Acoso Callejero
Los piropos sexistas violentan a quienes los reciben, aunque el que las expresa sienta que está en todo su derecho.
El piropo sexista o el acoso callejero hacia las mujeres es una forma de violencia sexual basada en género tan normalizada que, ante el valiente reclamo de alguna de ellas, las respuestas que dan los hombres que los expresan corresponden a expresiones como: “Agradece que te piropeo porque bien fea que eres” “Te estoy haciendo un favor” “Para que te vistes así, si después no quieres que uno se provoque” “Me gustan bravitas así es mejor”
Pero bien ¿Que es el acoso callejero? “cualquier acción o comentario irrespetuoso o denigrante dirigido a mujeres por parte de extraños en lugares públicos se considera acoso callejero. Se consideran como tales miradas, palabras o gestos. Con estos el hombre afirma su derecho a llamar la atención de la mujer, poniéndola como objeto sexual y forzándola a interactuar con él”.
Roxana Osorio Rincón refiere en la tesis de Maestría que realizó sobre Acoso Callejero, que este es:
“Una forma de entablar una relación unilateral, no consensuada, donde una de las partes impone su deseo sobre el otro. En la mayoría de los casos, son los hombres los que la realizan estas acciones recayendo ellas sobre las mujeres. Es una realidad vivida a diario y que priva a las mujeres y niñas de su derecho al libre tránsito, reduce la posibilidad de moverse como deseen a los lugares que necesitan llegar”.
En este sentido, es importante mencionar que aunque a lo largo de la historia patriarcal esta práctica de acoso ha sido justificada para quienes la realizan y se brinda poca protección para sus víctimas, se han generado a nivel mundial diversas campañas que lideran actividades en contra de todo lo que implica el acoso callejero, haciendo visible dicha problemática y generando pedagogía sobre los efectos que tiene; pues el efecto machista que paralelamente protege a los acosadores ha generado unos prejuicios que afectan negativamente la percepción de algunas personas, pues consideran que si una mujer no recibe piropos es muy fea y por ende no es aprobada por el colectivo masculino de alta exigencia estética, otras cambian las rutas para ir a la universidad y su lugar de trabajo para evitar pasar por construcciones o lugares que agrupen a hombres que revestidos de su “raza bravía” expresan miles de ocurrencias que satisfacen sus deseos o fantasías; como si en ese momento su vida se volviera un carnaval de hedonismo y las demás personas (en este caso la mujer o las mujeres) objeto de sus acosos callejeros tuvieran la obligación de satisfacer su libido desbocada.
Los piropos sexistas violentan a quienes los reciben, aunque el que las expresa sienta que está en todo su derecho y que le hace un favor porque la va a hacer sentir atractiva; alteran la salud mental y el desarrollo social de muchas mujeres, que deciden incluso no salir, cambiar horarios, rutas o agendas sociales para evitar el impacto de expresiones que generan asco, rabia, miedo o inseguridad, en todo caso dejan al cuerpo de la mujer como un objeto sexuado que puede ser usado.
Es importante mencionar que no es esto, una práctica exclusiva de alguna región, en el mundo entero existen los acosos callejeros y es importante continuar visibilizando esto como una práctica que violenta, por ende, no se puede justificar bajo ninguna circunstancia. Mi cierre de columna es No al acoso callejero, porque no es un halago que se le hace a quien lo recibe, sino que es un tipo de violencia.
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