¿Cuál fue el episodio con la reina Silvia de Suecia que abochornó a García Márquez? Mía Navas Domínguez, B/quilla
Hoy, en muchos espacios, la existencia de las monarquías se considera un insulto a la humanidad. Por eso, la anécdota merece recordarse no porque en ella haya intervenido una reina, sino por la pregunta pueril que le hizo García Márquez a la mujer llamada Silvia de Suecia. Él mismo lo cuenta en una entrevista dada a Darío Arizmendi para un medio escrito de Medellín, publicada el 13 de diciembre de 1982, cinco días después de la recepción del Nobel. Cuando el periodista le mencionó que “en el banquete de este sábado te tocó sentarte al lado de la reina…” García Márquez lo interrumpió: “[Silvia] es una mujer cultísima: hablé con ella de música, de teatro, de política. Y, ¿sabes lo que me pasó? Cuando estaba bajando de su brazo las escaleras, en un ritual muy lindo por cierto, le pregunté si su esposo, el rey Carlos Gustavo, era celoso… entonces ella no vaciló ni un segundo y me dijo: ‘No. Yo no le doy motivos’, y le respondí también inmediatamente: ‘Esa es una respuesta de toda una reina, de una señora reina’, y lavé la embarrada que había hecho con mi pregunta”.
¿Es cierto que en la Edad Media había personas a las que llamaban agelastas? Roberto Gómez Peralta, B/quilla
El término, formado por las voces griegas a ‘sin’ y gelio ‘risa’, alude a las personas que nunca ríen. Los agelastas han existido siempre, incluyendo la Edad Media, época de la que se dice que fue de un oscurantismo generalizado. Sin embargo, sugiero leer Literatura europea y Edad Media latina, obra del docto romanista alemán Ernst Robert Curtius, para comprobar que la cultura romana clásica, por medio de la latinidad medieval, desembocó en la cultura europea occidental, y que en esos días la gente también reía y festejaba. Claro que los agelastas medievales abundaban por el influjo de curas y de otros personajes funestos, que sostenían que no debíamos reír puesto que Jesús jamás lo había hecho, tal como lo narra Umberto Eco en El nombre de la rosa, novela en la que se debate la licitud de la risa.
¿Por qué le dicen cana a la cárcel? Enrique De la Rosa, B/quilla
En varios países americanos, a la cárcel, asociada a la idea de encerramiento, la llaman bote o pote (“cogieron al ladrón y lo llevaron al pote”), pero también la llaman cana, vocablo coloquial con dos orígenes documentados. El primero dice que la palabra inglesa can, además de poder, significa lata, tarro, bote, pote (a can of beer ‘una lata de cerveza’). Si pote, palabra masculina para sitio de reclusión equivale a can, entonces cárcel, palabra femenina para sitio de reclusión equivale a cana. La otra versión es más sencilla y creíble. Dice que a una cárcel se le dice cana porque un reo, en particular el condenado a larga pena, ingresa con el pelo de un color firme y al cabo del tiempo sale canoso; entonces, la cárcel encanece, y estar preso es estar en la cana o encanado.
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