¿De dónde sale el dicho “qué pata puso ese huevo”? Jaime Ibáñez A., B/quilla
El origen de la locución es popular e incierto. El lingüista momposino Mario Alario Di Filippo la registra como colombianismo, pero encontré que también se usa en Centroamérica y las Antillas. Puede ser malsonante o despectiva o hasta injuriosa, en particular cuando se sirve de ella para aludir al linaje nebuloso de alguien, o para calificar sus palabras u obras como controvertibles o poca cosa, o cuando, por la razón que sea, se juzga que es entrometido o advenedizo. Es como si con ella se preguntara: “¿Qué madre lo parió?, ¿qué cuna lo vio nacer?, ¿de dónde ha salido?, ¿quién le ha dado velas en este entierro?”.
Leí en una columna de prensa que la voz ‘ateo’ solo deben usarla los sabios, y que no es el que no cree en Dios, sino quien no profesa ninguna religión. David García, B/quilla
Que solo deban usarla los sabios es una apreciación del autor de la columna. Los sabios, los que no lo son tanto y, desde luego, individuos de toda laya, pueden usar la palabra ‘ateo’, pues es una de las que cuotidianamente a todos nos atañe. En español, el prefijo a-, de origen griego, es muy usado, y significa ‘carencia, privación de algo, sin’. Entonces, por poner un ejemplo con una palabra hoy muy usada, si alguien es ‘a-sintomático’ o ‘sin síntomas’, otro puede ser ‘a-rreligioso’ o ‘sin religión’, o ‘a-teo’ o ‘sin dios’ (en minúscula porque es mención de una deidad indeterminada). Además de estas tres palabras, el Diccionario de la Lengua también acoge el término ‘irreligión’ (del latín irreligionis), con el sentido de ‘falta de religión’. En conclusión, hay palabras precisas para denominar a quienes no observan ningún culto o a quienes aún siendo creyentes en un dios no comulgan con las autoridades, las revelaciones o los dogmas de una religión. Etimológicamente, sin entrar en honduras metafísicas y aunque suenen extrañas, dos de estas voces, ambas admitidas por la Academia, son ‘irreligioso’ y ‘arreligioso’.
Nota: Siguen llegándome comentarios sobre la expresión ‘¡eche!’, de uso extensísimo en la Costa. Uno muy juicioso ha sido este, del médico Alfredo Calderón Lombana: “En su obra Costeñismos colombianos (Mejoras, 1942, Barranquilla), escribe el presbítero Pedro María Revollo: ‘Echar pestes: Proferir palabras de enojo, amenaza y execración contra alguno. Ej.: Salió echando porque lo reprendí.’ Nótese que en el ejemplo que cito se ha suprimido el sustantivo ‘pestes’, y que el verbo permanece en su forma de gerundio. Así posiblemente quedó consagrado por el uso popular”. Creo que lo que el doctor Calderón da a entender es que el habla popular, única dueña de la lengua, volvió tácito el sustantivo ‘pestes’ y, por eso, cuando solo se dice ‘salió echando’ se deduce que el sujeto del ejemplo no salió echando flores o poemas o gritos, sino maldiciones, palabrotas, disparates, es decir, echando pestes, locución que se acortó en ‘echando’, que luego dio ‘¡eche!’.
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