P.: ¿Por qué la expresión ‘de balde’ quiere decir gratis? Enrique De la Rosa, B/quilla

R.: Existen ‘de balde’ y ‘en balde’. La primera indica que algo es gratis, como un servicio o un objeto; la segunda señala una acción inútil o de resultado adverso. Por eso, si alguien dice: “Mi viaje a Santa Marta fue de balde y en balde”, está diciendo, correctamente, que viajó gratis, pero que no logró sus propósitos. Son locuciones del español medieval que tanto en España como en América han pervivido con significado inalterado. Su raíz es el árabe clásico bātil ‘vano, inútil, sin valor, nulo’. Y si algo no tiene valor ni utilidad tiene que resultar gratis. Es el caso de los terrenos baldíos (o de balde), que por ociosos o lejanos o yermos o estériles pueden adquirirse por cesión del Estado. Desde luego, es posible obtener de balde un objeto valioso o un servicio de lujo, pero eso solo ocurre gracias a un premio o por concesión o por generosidad.

P.: ¿De dónde viene la locución ‘un reverendo pepino’? Raúl González C., B/quilla

R.: Cuando decimos “me importa un pepino” estamos diciendo que algo no nos interesa ni nos afecta ni nos atañe. La locución, de origen popular, despectiva y familiar, tiene versiones que reemplazan pepino por otros nombres vegetales, como ‘rábano, bledo, higo, comino’ (me importa un comino), o por objetos, como ‘chorizo, pito’ (me importa un pito), o por voces malsonantes como ‘culo, carajo’ (me importa un carajo). Pero para poner énfasis en que el algo mencionado al comienzo nos importa aún menos, decimos “me importa un reverendo pepino”, es decir, empleamos la palabra ‘reverendo’ como el agente enfático que hace la exageración (o la hipérbole), pues reverendo es un adjetivo que solo califica a seres humanos de alta estima y dignidad.

P: ¿Es cierto que la revista Playboy también era de literatura? N. Cantor, Ciénaga

R.: Por la cantidad y, sobre todo, por la calidad de los escritores que por ella pasaron, sin duda lo era. Hay una lista de autores de alto vuelo, entre ellos algunos premios nobel, que publicaron en Playboy o le dieron entrevistas, como la concedida por García Márquez en octubre de 1982, escasos días antes de que le otorgaran el premio, aparecida en febrero de 1983. Además, en otros números el colombiano publicó los cuentos “El ahogado más hermoso del mundo”, en 1971, y “El avión de la bella durmiente”, en 1992. En Playboy también aparecieron Vargas Llosa, Borges, Bradbury, Capote, Miller, Nadine Gordimer, Joyce Carol Oates, Margaret Atwood, Doris Lessing, Moravia, Nabokov, Murakami, Simenon, Mailer… De hecho, la revista, con picardía, afirmaba que solo la compraban por los autores que en ella escribían. Es sabido que a su dueño, Hugh Hefner, le interesaba la cultura, y que en un aniversario de la revista les dijo a las conejitas reunidas algo parecido a esto: “Queridas señoritas: Playboy y yo todo se lo debemos a ustedes. Sin ustedes, Playboy solo sería una revista literaria”.

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