¿Qué justificación tuvo Vargas Llosa para el título Historia de un deicidio? En Cien años de soledad, por no “conseguir el daguerrotipo de Dios”, J. A. Buendía determinó su inexistencia. Es lo poco que recuerdo sobre la posible razón de ese título. María Fernanda Herrera Batista, Varsovia, Toluviejo, Sucre
Vargas Llosa no tenía nada que justificar. Él solo vio que en la obra de García Márquez están presentes las vidas radiantes de muchos seres y que al final se da la extinción catastrófica de una estirpe, cuando la obra acaba en un cataclismo que solo puede desatar un dios. El título fue un acierto de la editorial, que lo halló más seductor que el original, que rezaba “García Márquez: lengua y estructura de su obra narrativa”, y correspondía a la tesis con la que el autor peruano se doctoró. En latín, Deus es ‘Dios’ y dei es ‘lo de Dios’, y, por analogía con el vocablo latino homicīda ‘el que mata a un hombre’ surgió deicida ‘el que mata a Dios’, lo cual, per se, es un absurdo porque en ninguna religión esto es posible. Pero si hubiera un deicidio tendría que haber un deicida, que en este caso sería el mismo García Márquez, quien, como si fuera un dios, creó las vidas brillantes y catastróficas de una estirpe de la que sepultó a tres generaciones. García Márquez falsifica el poder de Dios, y, actuando como tal, inventa un mundo de ficción donde él es creador y dueño de las vidas de los personajes que deambulan por una realidad contra la que él mismo se rebela y que al final aniquila. El título, difícil de entender, es lúcido y de una plenitud extraordinaria porque está lleno de poesía para sugerir lo que pasa en cuanto a vidas y a muertes en la novelística de García Márquez, quien, desde luego, fue capaz de captar que el universo creado por él es una mitología o una historia de los dioses y una narración de los arquetipos de nuestra nacionalidad…
¿De dónde viene el nombre de la yuca rucha? Aurith Hernández C., Bogotá
En el diccionario académico, ‘asno’ es una de las acepciones de ‘rucho’, y de esta última voz dice que deriva de ‘rucio’. Al tiempo, el mismo diccionario registra cuatro acepciones de ‘rucio’, y de la última dice que es adjetivo en desuso con el sentido de “color parecido al oro”, esto es, amarillo o ambarino. Entonces ‘yuca rucha’ viene de ‘yuca rucia’, es decir, con manchas amarillentas predominantes (o negras o verduzcas o azuladas). La yuca, el tubérculo preferido en la Costa, es azarosa, por lo que puede ser grata y harinosa o incomible por su dureza o porque está plagada de manchas o vetas, que le dan un sabor muy desagradable, aunque hay quienes así la comen con gusto. A esta última le dicen ‘yuca jorra’. Por lo general, la yuca que se cocina, se cristaliza y no ablanda es la rucha, y la jorra es la que tiene un olor particular, casi podrido, un sabor amargo o ácido y florones y vetas de distinto color con predominio del amarillo ocre y el negro. La yuca que tiene la cáscara rosada siempre sale buena.