P.: En una revista, Aida Victoria Merlano dijo que ella no tenía nada de morronga. ¿Qué es morronga? L. E. Hoyos, B/quilla

R.: Es un colombianismo de uso más frecuente en el interior del país, sobre todo, en Bogotá. En muchos diccionarios de español, morrongo figura como sinónimo de gato, sin duda, por la imitación del sonido de este animal cuando lo miman y ronronea. En Colombia, morrongo tiene distintas acepciones. Las más corrientes son hipócrita o mosquita muerta, pero también es referencia a alguien tardo, lento, que muchas veces actúa así por doblez o por bajeza. Tal vez la persona aludida quiso decir que es sincera y no esconde sus intenciones.

P.: ¿Por qué con frecuencia nos gusta escuchar música triste? Víctor Palomino, Bogotá

R.: La música es un arte tan acabado que no requiere de una palabra ni de un trazo ni de un volumen ni de un espacio para lograr su propósito, que es el deleite; incluso, la más afligida y fúnebre produce sensaciones complacientes. Nietzsche, que también fue músico y conocedor, llegó a decir: “Sin música la vida sería un error, una fatiga, un exilio”, pero asimismo llegó a decir: “No puedo diferenciar las lágrimas de la música”. A partir de este aforismo, el escritor rumano Emil Cioran aventuró que la música auténtica es llanto, pues surge de la añoranza del paraíso perdido. En el Ulises, de Joyce, en el diálogo sobre Hamlet en la librería de John Eglinton, una voz dice: “Extraño eso: que lo triste sea bello”, y otra asegura: “A causa de la música”. La tristeza, por claras razones, es uno de los sentimientos que más tratamos de evitar. Sin embargo, no es paradójico que nos guste una pieza triste, pues su armonía procura un goce que estimula y satisface. Sin duda, otro gran enigma de la música.

Nota: La semana pasada tratamos del origen del verbo curucutear. Dije que había encontrado que viene de curucú, nombre de un pájaro, y del sufijo -ear, pero que, no obstante, creía que su origen era incierto, puesto que el curucú vive aislado y se desconocen sus hábitos. Al respecto, me escriben dos lectores de Barranquilla. Eduardo Stuewe dice: “Quedé con la inquietud del curucú porque existe un pájaro en la Costa Caribe colombiana al que llamamos curucuchú, el cual confecciona, con pequeños residuos de muchas cosas y ramitas secas, un nido voluminoso y muy intrincado. Por ello se lo ve hurgando por todos lados en busca de esos elementos”. Y Hernando Albor Salazar: “[La] palabra realmente viene de un pájaro llamado curucuchú, como se conoce en Molinero (Atlántico), mi pueblo. Sin embargo, en el Malecón de Barranquilla aparece como currucutú. Allí está su dibujo: es un pájaro de pecho blanco, color marroncito en su parte superior, con ojeras blancas. También figura con su otro nombre: ‘chupahuevos’, porque si encuentra un nido donde no estén sus dueños se chupa sus huevos. [Curucutear surgió del canto de esta ave, que] dice de seguido ‘curuchú, curuchú, curuchú’ ”.

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