Educación o Fecode
Una cosa es que esa banda de privilegiados explote al país inmisericordemente y se haga a cada vez mayores ventajas, desde bonificaciones e incrementos salariales superiores a los de cualquier servidor público, y ascensos sin exámenes y sin concursos de mérito, hasta la excepcional prebenda de ser los únicos colombianos que pueden recibir más de un ingreso del Estado.
El presupuesto de la nación para 2022 tendrá las mismas prioridades que el de 2021, y como en él, el mayor rubro se le dedicará a la educación. El gasto en educación será de $40,6 billones, 5,6% por encima del de 2021, y representará 3,4% del PIB. La educación preescolar, primaria y secundaria recibirá el 62% del total de recursos asignados, supuestamente para implementar la Jornada Única y mejorar la calidad de la educación, para ofrecer programas de doble titulación, de modo que los estudiantes tengan mayor oportunidad de conseguir empleo al graduarse, y para ampliar las coberturas de la educación secundaria, entre otros.
Ante unos planes tan bonitos y una cantidad de recursos de tal magnitud para implementarlos, la pregunta obligatoria es porqué Colombia, a pesar de estos esfuerzos, sigue punteando en los resultados en educación, pero a la baja. En las tres categorías evaluadas por las últimas pruebas PISA -lectura, matemática, y ciencia-, Colombia obtuvo valores muy inferiores al promedio OCDE. Apenas 40% de los estudiantes colombianos pudo leer y entender textos de longitud moderada, frente al promedio OCDE de 76%, y sólo el 1% fue capaz de comprender textos largos y complejos, frente al 10% OCDE.
El porcentaje de estudiantes que pudo aplicar conocimiento científico de manera creativa y autónoma a situaciones de la vida cotidiana fue cercano a cero, frente al 7% promedio que lo consiguió en los países OCDE. Sólo 35% de los estudiantes colombianos pudo interpretar y reconocer situaciones de modo matemático sin instrucciones, frente a 77% del promedio OCDE, y a 98% del promedio chino. Y sólo el 1% pudo modelar situaciones matemáticas complejas, frente al promedio OCDE de 11%.
Estos son datos de 2018, y ya se espera un deterioro adicional de 50 puntos en las mediciones que se darán a conocer en este año. Esto es de inmensa gravedad, pues estos son los estudiantes que próximamente estarán ingresando a las universidades. Y con esta materia prima deberán trabajar unas universidades que, salvo unas pocas de manejo privado, no se han caracterizado por remediar las falencias en preparación de quienes ingresan a ellas.
Colombia debe repensar su estrategia en educación básica y media. Debe hacerlo ya, sin dilación alguna, y, sobre todo, sin temor a enfrentarse a la causa más importante de esta aberrante situación: Fecode. Una cosa es que esa banda de privilegiados explote al país inmisericordemente y se haga a cada vez mayores ventajas, desde bonificaciones e incrementos salariales superiores a los de cualquier servidor público, y ascensos sin exámenes y sin concursos de mérito, hasta la excepcional prebenda de ser los únicos colombianos que pueden recibir más de un ingreso del Estado. Pero otra es que brinden una educación de tan bajo nivel a los niños y jóvenes que tienen que utilizar el sistema público de enseñanza, que son la mayoría en Colombia.
El país entero, y particularmente los padres de quienes están sufriendo la pésima educación impartida por los afiliados a ese sindicato, más interesada en formar militantes que estudiantes, deben rebelarse y exigir el cambio total de un esquema que cada día produce peores resultados. El Gobierno debe implementar con decisión los cambios necesarios para que ese grupo de privilegiados no les siga robando el futuro a quienes debieran ser la esperanza del país.
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