Entre los dimes y diretes que nunca faltan en los temas más trillados y sensibles –que no sensibleros– siempre recursivos para una conversación, una discusión, un quedar bien y, hasta una columna inminente. Estos días, en candelero ya, la celebración del V Centenario del Descubrimiento de nuestra América del alma, aún queda mucha tela por cortar con la recordación del Descubrimiento de este inmenso continente, que no solo no pierde interés sino que los investigadores, analistas y simples aficionados, gozan “rizando el rizo” de aquel encuentro o encontronazo.
Por estos días, desde México, el escenario donde en definitiva, un montón de hombres soñadores, aventureros, que hasta fueron llamados “irresponsables” por embarcarse “en un imposible”, se les midieron a los mares. Los idealistas y generosos que de siempre y, afortunadamente, todavía quedan y quedarán, porque es el gen natural de la raza humana: el idealismo para la sobrevivencia de nuestra especie. Entre ellos había soñadores y ambiciosos. Aventureros enamorados de la incógnita que es el vivir sin saber con certeza sobre el nuevo día. Y que se enfrentaban a un mar, un cielo y otra tierra por descubrir. El 3 de agosto de 1492 Colón zarpó del Puerto de Palos. Se dirigió hacia el Oeste y en la mañana del 12 de octubre, llegó a una isla llamada Guanahaní, y que nombrarían “San Salvador” (actualmente Las Bahamas). En ese sitio encontró nativos taínos, pero el almirante los llamó “indios” creyendo que había llegado a Asia. Luego arribó a la isla de Cuba y la llamó “Juana”. Siguió a Haití a la que llamarían “La Española” y el 24 de diciembre la nave Santa María chocó contra un arrecife y encalló. Allí se construyó el primer Fuerte rudimentario con tablas, desde donde volverían un 2 de enero de 1493, de regreso a España.
No importa que el encuentro, según se mire, también haya sido un encontronazo. Pero, después de los coscorrones, se suele tomar aire, se sueltan carcajadas y “jaculatorias” de alto calibre que de toda la vida han tenido la sana influencia relajante de expandir el espíritu desde los tiempos inmemoriales de la historia de la humanidad, donde también puede leerse: España.
Al margen de descubrimientos, por encima de todo, existirá el gen vital que, afortunadamente, tiene la raza humana, pues aunque no puede ser inmortal, siempre su afán de permanencia y de realización de sus ideales, la hará sobrevivir.
México se prepara para su gran fiesta de cumpleaños. Con los Reyes de España a bordo y el mundo hispánico recordando una de las más grandes odiseas de la historia universal, yo quiero celebrar la oportunidad que me dio la vida de, junto a mi Jesús Sáez de Ibarra, haber descubierto esta bendita tierra, mi Colombia, mi Barranquilla del alma, donde han nacido mis hijos y reposa el amor de mi vida.
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