En el fútbol, en el matrimonio, en los negocios, en la política, en la vida en general, siempre hay dos tipos de personas. Los que dicen lo que se debe hacer y los que lo hacen. De esta dicotomía se desprende el funcionamiento de nuestro mundo. La clave es identificar para qué estamos hechos.
Este trabalenguas trataré de explicarlo con ejemplos. El equipo de fútbol va empatado, faltan 15 minutos para que acabe el partido y desde la tribuna el hincha furibundo comienza a pedirle el cambio de dispositivo táctico al técnico. Sin conocer la estrategia, sin saber el estado físico y emocional de los jugadores, sin tener la información de base para tomar decisiones efectivas.
El niño en la casa caprichoso que no hace caso. Llega la tía solterona de visita y aconseja al matrimonio medidas certeras para mejorar la crianza del chico. Mientras ella en su vida lo único que ha educado es a un pincher perro.
El empresario que enfrenta el día a día de su negocio buscando nuevos clientes y manteniendo a los que tiene. Pero cuando está creciendo acude a un asesor externo para que lo ayude a organizar su empresa. Los consejos los recibe de un consultor que nunca ha hecho empresa.
En la universidad, los estudiantes reciben enseñanza de cómo ser profesionales, por parte de personas que desde que graduaron fueron profesores y nunca ejercieron la profesión.
Y en la política tenemos representantes que son expertos criticando al gobierno, pero cuando tuvieron o tienen la posibilidad de gobernar, no saben administrar.
Entonces ¿los que dicen o los que hacen? Esa es la cuestión. Sin querer parecer una pregunta existencial shakesperiana es ésta una pregunta que nos debemos hacer para encontrar el balance productivo de nuestras vidas.
Están las personas que tienen la capacidad de analizar desde afuera una situación y son valiosas para “decir”, señalando el camino hacia una solución. Pero son incapaces de “hacer”. Y están las otras que son valiosas para “hacer”, son los creadores, los que empiezan una situación de la nada. Pero con el tiempo por estar inmersos en la operación, pueden perder el norte y solo apoyándose en los primeros encuentran el camino a la solución.
La respuesta a la pregunta es que ambos son importantes, pero si cada uno entiende con responsabilidad el papel que le toca. Porque el que es experto en “decir” muy pocas veces sabe “hacer”. Y no todo el que sabe “hacer” tiene la habilidad de “decir” lo que otros necesitan.
Como dicen las abuelas, del dicho al hecho, hay mucho trecho.