Soy de la generación que despertaba la conciencia de la injusticia, la desigualdad, el abandono, la soledad y le hacía frente a las frustraciones. Escuchando las canciones de Sui Generis, Facundo Cabral, Alberto Cortez, Mercedes Sosa, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, entre muchos otros artistas que con sus letras me hicieron llorar, reír, creer, confiar y sobretodo, liberar la dopamina suficiente para superar los estados depresivos propios de la juventud.
No todos éramos iguales ni teníamos los mismos gustos, pero seguro otros lograron los mismos resultados terapéuticos escuchando las letras de Pink Floyd, The Police, Queen, Guns N’ Roses y Aerosmith por mencionar algunos.
En cambio hoy, los jóvenes tienen referentes musicales muy diferentes que se vuelven motivo de discusión permanente entre personas de mi mismo grupo etario. “La música de ahora es una porquería, solo habla de sexo y drogas” es lo que la mayoría concluye.
¿Pero acaso las canciones de antes no hablaban también de sexo y drogas? Cuando escucho estas discusiones entre mis amigos soy el primero en salir a defender la música actual. Me miran extrañados cuando les digo que hoy admiro a un fenómeno de empoderamiento femenino como lo es Karol G. O cuando les evidencio el trasfondo emocional de las canciones de Bad Bunny. Es verdad qué hoy hay mucha basura sonora ¿pero acaso no la hubo en nuestra juventud?.
¿Cuántas bandas de un solo éxito sonaron en la radio que nunca trascendieron? Esta es una discusión tan anacrónica como las que tenían nuestros padres cuando comparaban a los pelilargos de pantalones rotos de las bandas noventeras frente a la gomina de Gardel o el smoking de Frank Sinatra.
Si queremos entender los códigos de comportamiento de las nuevas generaciones, debemos dejar de comparar y comenzar a analizar el éxito de una “Bichota” que está llenando estadios en todo el mundo, en su mayoría con mujeres, que gracias a sus canciones hoy deciden sobre sus libertades individuales y se valen solas sin necesidad de depender de un hombre. O un Bad Bunny que utiliza un lenguaje soez, pero que no es otro que el que usan los jóvenes en el día a día, para significar entre párrafos de versos pegajosos la soledad o la depresión, llevando mensajes alentadores a sus seguidores.
Artistas como éstos y seguramente muchos otros más, serán los que trasciendan y les tocará en unos 20 años a nuestros hijos discernir en su momento. Comentarán con sus amigos sobre quién sabe qué música escuchen los que aún no han nacido.