
Aunque la rendición de cuentas del 2017 se caracterizó por tratar de ser descentralizada con 15 reuniones sectoriales, a las cuales se alega que asistieron 300.000 personas; además de la interacción en redes, me temo que el formato seguido es el mismo de todos los años, desde el 2008 es un informe pero no hay ninguna rendición de cuentas, no hay debates ni interacción crítica con la ciudadanía. El informe final en el malecón tuvo más un carácter de show, donde por más que el alcalde se esforzaba en mostrar sencillez, era evidente que todo se diluía en elogios a nuestro maravilloso burgomaestre. Es más, me dio cierta pena por Elsa Noguera, pues la mencionaban de refilón, como si esta hubiese sido una administración continua de Char de diez años. En la época de Elsa, creo se manejaban los presupuestos con mayor moderación y no se veía el crecimiento abultado que hoy observamos. Era como si los cuatro años de ella no pesaron en los diez años del alcalde. Por otro lado, se sigue en la vieja historia de mostrarnos lo mal que estábamos en el 2007 y nos comparábamos con lo de ahora. Creo que nadie que sea un insensato puede desconocer los avances en este decenio en todos los frentes. Pero tampoco partieron de cero, y algo o mucho se hizo antes. Ya es hora, sin embargo, de dejar atrás estas comparaciones milagrosas y más bien compararnos con Bogotá o Medellín, para aterrizar y poder asomarnos fuera de nuestra cueva de Platón.
El informe escrito siguió el formato aburrido de cuadros con cumplimiento de metas, donde casi todos informan un 100% de cumplimiento, indicándonos lo maravillosos que son nuestros secretarios de despacho. Sin duda se reconocen los avances en salud, educación, parques, arroyos, vías, etc. Pero la autocrítica está ausente. Tomando apenas un ejemplo, la Secretaría de Cultura, no se ve por ahí una referencia al desastre cultural que vive la ciudad, magistralmente descrito por Víctor Herrera en una de sus columnas habituales titulada “Que nos expliquen”. En efecto, mientras se construye con $29.000 millones la “fábrica de la cultura”, otra vez la dialéctica del concreto de la que se enorgullece nuestro alcalde, nuestra ciudad sigue con el Museo del Caribe cerrado, Bellas Artes en el piso, el MAM sin terminar y el Amira bien enredado. Lo del Museo del Caribe no tiene excusa, y tratar de culpar ahora a sus sacrificados dirigentes es algo bien injusto. Igualmente, EL HERALDO nos ilustraba sobre lo acabado que está el paseo peatonal del Paseo Bolívar. Aquí se construye pero poco se mantiene.
El informe sobre Finanzas Públicas de 81 páginas lo examiné cuidadosamente. Allí se ilustra cómo nos han apretado en estos 10 años con el predial: los avalúos se incrementaron a una tasa del 12% anual, mientras que la inflación lo hizo al 4%. Se dirá que son nuevos predios, pero estos solo crecieron en un 16,7%, ellos no explican que los avalúos los hayan casi triplicado. Así, la política está clara: exprimir los estratos medios y altos para hacer obras que embellezcan la ciudad para delicia de los contratistas. A ese paso, todos terminaremos de arrendatarios del Distrito.
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