El Heraldo
Opinión

Dictaduras del Caribe

Al revisar las recientes ediciones de la Universidad del Norte en Barranquilla el lector podrá encontrar una obra cuyo título constituye por sí mismo una invencible atracción: Dictaduras del Caribe, de Sergio Guerra Vilaboy y Roberto González Arana. La obra es un estudio comparativo de las tiranías de Juan Vicente Gómez, Gerardo Machado, Fulgencio Batista, Leonidas Trujillo más las de las familias Somoza y Duvalier que ensombrecieron la historia del Caribe durante el siglo XX. Los investigadores consideran que la historiografía actual no ha logrado desarrollar una tipología de las dictaduras latinoamericanas que sirva de referencia y contribuya a esclarecer las semejanzas, diferencias, características y significados de estos regímenes.

La selección de estas dictaduras para su estudio obedeció, según los autores,  no solo a su trascendencia nacional e internacional sino al contexto histórico que las originó, como fue la expansión económica y militar de Estados Unidos en la primera mitad del siglo XX y al hecho de que todas ellas reúnen una serie de rasgos similares que facilitan su comparación. En efecto, ellas comparten una casi absoluta dependencia de Estados Unidos, el uso indiscriminado del terror, el ejercicio del poder autocrático, una prolongada duración, un carácter patrimonial y, con la excepción de Haití, la procedencia militar de sus dictadores. El libro trae datos que pueden sorprender y deleitar a un lector hedónico como el hecho de que el primer Duvalier, Papa Doc, para prevenir el surgimiento y la movilización de las guerrillas rurales, lanzó a principios de los años sesentas un programa de deforestación sistemática que condujo a que el país tuviese solo el dos por ciento de su territorio cubierto de vegetación, como aún puede observarse al sobrevolar Haití.

Un aspecto importante es que estas dictaduras contaron con apoyo de sectores sociales e intelectuales de la época a los que se atraía con prebendas, privilegios y cargos diplomáticos. Vale la pena recordar que nuestro escritor radical, Vargas Vila, estuvo a la espera de que el Dictador venezolano Juan Vicente Gómez le patrocinara una singular biografía de Bolívar. Otros pensadores estaban sinceramente convencidos por una suerte de fatalismo étnico de que los regímenes fuertes eran los apropiados para nuestros pueblos y ello incluyó a figuras ilustradas como Max Henríquez Ureña y Joaquín Balaguer.

Investigaciones como las de Sergio Guerra y Roberto González son tan  pertinentes como oportunas en un momento en que en el Caribe se mantienen largas dictaduras como las de Nicolás Maduro y Daniel Ortega con un alto costo en vidas y en sufrimiento.  Sus soportes ideológicos, políticos y económicos son diferentes  a los de las dictaduras del siglo pasado. Sin embargo ellas comparten el mismo aplomo absolutista, el desprecio por las normas y los derechos fundamentales, la descarada inclinación al nepotismo y una probada vocación despótica.

wilderguerra©gmail.com

 

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