El Heraldo

De señoritas, minifaldas y respuestas desafortunadas

Si simplemente nos tomamos el trabajo de leer y escuchar detenidamente (se requiere re-leer y re-escuchar), podemos encontrar joyitas entre las palabras y los hechos que pueden dan las luces que se han tragado polémicas desatadas que ocultan lo que sucede ni tan detrás de las bambalinas. Los sensacionalismos mediáticos tienden a alborotar las cosas hasta que uno se aburre y se diluye lo que ha entrado en cuestión. Queda a oscuras entonces lo obsceno, en su acepción más propia: aquello que sucede tras la escena. Hay algo obsceno en todo lo que sucedió en Colombia entre el espectáculo de señoritas candidatas y señoritas violadas en parqueaderos. Nada extraño, por cierto, en un país donde los periodistas de diferentes medios, para las fiestas de 11 de Noviembre, se dedican a analizar los cuerpos de las candidatas al reinado nacional de belleza con frases como: “es esbelta pero tiene mucha cadera… cuerpo macizo y pantorillas flacas… su figura voluptuosa no armoniza en un reinado... cero nalgas… casi no se le nota el busto”. Estas frases tomadas al azar de diferentes medios llevan a imaginar a Andrés Jaramillo o alguno de sus chefs en la plaza de mercado midiendo los fragmentos de un cadáver vacuno que van a cocinar para las bacanales que se forman en su predio. Cada pedazo del cuerpo de las señoritas candidatas es despedazado por periodistas antropófagos, mientras la pasarela, que en este caso fue un parqueadero de un restaurante, nos muestra en carne ajena lo que sigue siendo la mujer en nuestra sociedad: un pedazo de carne para ser consumido. Entonces el 12 de noviembre, la cadena Blu Radio desata las furias nacionales cuando el dueño del restaurante, en medio del nerviosismo, delata lo que realmente piensa, no solo él, sino la mayoría de los colombianos. Si no, pregunten a los y las jóvenes de Barranquilla que ante la violación de una compañera estrato seis, comentaron: ella se lo venía buscando. Por lo mismo, la provocadora Vicky Dávila decide mostrar sus bellas piernas en brillante minifalda azul, tomando protagonismo a partir del dolor de la chica que, como tantas otras en Colombia, fue violada. Una respuesta llamativa de la presentadora pero que desvía el tema hacia la prenda femenina, hasta que la próxima desafortunada respuesta del dueño del restaurante aparece como una broma de mal gusto y en la forma de plana de kínder, pero en primera plana de El Tiempo.

¿A qué está jugando una sociedad que vuelve todo un chiste? El mismo 12 de noviembre, una vez elegida la Señorita Atlántico como Miss Colombia, el periódico virtual Confidencial Colombia se da a la tarea de publicar, para burla de todos nosotros, las respuestas a las famosas preguntas que los jurados dan a las candidatas. Para deleite final, como postre después de la carne consumida, nos entregan los supuestos cerebros inexistentes de estas reinas. El famoso empresario decide colocar en primera página una respuesta estúpida ante un problema que lo que sucedió en sus predios delata. Su cerebro de negociante exitoso es suficiente prueba de su inteligencia y así no se convierte en objeto de burla por parte del resto del país. Somos los comensales de tanto espectáculo nacional que desvía la mirada para que no veamos lo realmente obsceno que sucede en este país de machos violadores de mujeres y niños, masacradores de campesinos, desplazadores de todo tipo de poblaciones y secuestradores de nuestras inteligencias y emociones. Que siga el show del reality nacional, a ver si somos capaces de seguir divirtiéndonos con el sufrimiento ajeno para no mirar detrás de la puerta que esconde nuestra morada.

columonica@hotmail.com

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