Al revés de todos los demás, este año realmente comienza con los meses terminados en -bre, sobre todo para nosotros, carnavales, Semana Santa, final de la Liga, Copa Libertadores, la elección presidencial, el Mundial, los Suramericanos, instalación del Congreso y consecuencial armada de la mayoría, la posesión del nuevo presidente y la expectativa de gabinete y designación del alto gobierno que se tomará todo el mes de agosto. O sea, comenzaremos el año en septiembre, cuando se acabará el “después de” que difiere todos los negocios y gestiones: “No hay afán”, dicen. “Después de carnavales, después de Semana Santa, después de elecciones”, y así sucesivamente, sobre todo cuando de pago de deudas se trata. Pero se augura que ni en septiembre avanzaremos, porque una vez cumplidos todos los eventos, el nuevo gobierno se encontrará en la olla, y además con feroz oposición encabezada por el candidato perdedor. Pero a la gente del gobierno no le importa, tiene afán en la siempre incumplida negociación con los elenos.

Una vez el presidente Lenín Moreno los abrió, como era de esperarse, se trasladaron a Cuba. Es que ya salido el pro guerrillo Correa, y montado Moreno, este no se iba a tragar el sapo del vil asesinato de unos ecuatorianos en territorio propio. Claro, cualquier excusa hubiera sido buena con tal de zafarse de tal parodia, así que, a repetir el proceso en Cuba, país apoyador de cualquier guerrilla latinoamericana, aunque falte poco para cambiar de presidente, que dentro de ¡ochenta y nueve días! es la salida definitiva de Santos, que la gente no ve la hora y anda en el conteo regresivo que nuestro presidente parece ignorar, y sigue con su afán, aún sin saber si su sucesor hará trizas lo avanzado, y por eso las malas lenguas aseguran que es mentira que apoya a Vargas Lleras sino que de verdad sus preferencias son hacia Petro, quien por sus afinidades con los guerrillos es el único que garantiza la continuidad de concesiones similares a las de los farianos. Ochenta y nueve largos días.

Gustavo Bell, siempre serio e incorruptible, sano y de buena fe, será el propio ‘gancho ciego’ en medio de la millonada que representa un proceso de esos, repartición en la que el jefe negociador nada que ver, se supone que De la Calle tampoco. La Contraloría General dio a conocer algunas cifras: el Fondo para el Acuerdo de Paz ha gastado 1,18 billones en 89 proyectos,  o sea, 132.000 millones por proyecto, que no dicen para qué son; el Fondo Colombia en Paz gastó 727.000 millones, no se sabe en qué; el Fondo Multidonante, donación de varios países, ha gastado USD67,2 millones en 69 proyectos, casi a millón por proyecto, tampoco se sabe en qué; el Fondo Unión Europea gastó 56 millones de euros, ‘también tampoco’; el Fondo Colombia Sostenible, plata del BID, USD210 millones, de los cuales se sabe que 4,7 se fueron en un contrato de asesoría y apoyo para la implementación de la JEP, honorarios a particulares y a empresas. Sumen, y verán lo que se despachan los cachacos en un proceso de paz. De ahí el afán.

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