Un solo líder asesinado justificaría la reacción que ha tenido la ciudadanía en Colombia pero la realidad es que han sido muchísimos más. Por consiguiente, la reducción en el número de líderes asesinados de que habla el gobierno no es un argumento aceptable, y por ello las voces de protesta lejos de apagarse se han vuelto un clamor generalizado de los colombianos dentro y fuera del país. A este número de asesinatos se suma el tipo de explicaciones que vienen dando funcionarios y personas influyentes de la administración Duque que señalan un profundo desprecio por esta tragedia que la ciudadanía rechaza. Luigi Echeverry, por ejemplo, uno de los personajes más cercanos al presidente Duque, se ha sumado a otras de las voces destempladas de esta administración, al señalar recientemente que "Hay unos muy buenos [líderes sociales] y hay otros que mueren por ajuste de cuentas entre ellos mismos, por estar metidos en cosas que no son." Esas y otras expresiones de personas muy cercanas al presidente Duque sobre esta tragedia de líderes sociales asesinados, son los que

les quitan todo fundamento a expresiones de solidaridad del presidente y su equipo.

Uno de los temas que más preocupan es que el grueso de los asesinatos es cometido por sicarios. Esta triste historia de jóvenes que matan y que son financiados por autores intelectuales, es una de las páginas más oscuras del país que no se puede quedar sin ahondar en quienes son los autores intelectuales de estos crímenes. Pero el gobierno ha pasado por encima de esta realidad, desconociendo que la tierra y quienes han tomado ilegítimamente posesión de grandes extensiones, probablemente son los que están detrás de los asesinados de líderes que defienden la recuperación de estos terrenos por parte de sus originales dueños. Pero el gobierno ignora semejante realidad.

Por ello en este debate sobre los crímenes de líderes sociales más que asistir a la marcha, lo que el presidente Duque y su equipo tienen que mostrar es coherencia, que es lo que no tienen. El país no es tonto y no les creerá a los funcionarios gubernamentales, sí sus dirigentes no dejan de dar explicaciones inaceptables como que todos estos asesinatos son productos de las bandas criminales y de los focos guerrilleros que quedan. Algunos de estas personas sacrificadas pueden haber sufrido ataques por parte de esos grupos al margen de la ley pero con el perdón del gobierno, el grueso de estos crímenes es de otra naturaleza y refleja la forma como algunos poderosos actúan, la falencia del Estado de Derecho y la incapacidad de quienes manejan las decisiones de aceptar los verdaderos problemas de esta sociedad.

O el gobierno se vuelve coherente frente a esta tragedia nacional o su gobernabilidad será aún menor porque la sociedad colombiana sí analiza el discurso del gobierno frente a sus acciones y hasta ahora lo que encuentra es total incoherencia. El gobierno Duque no puede seguir con esa tónica de tener un discurso y un accionar distinto.

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