A sus treinta años, Antoine Roquentin se cuestiona profundamente sobre lo absurdo de lo humano y el vacío de la existencia; la misma que, para colmo de males, determina la esencia del hombre irremediablemente perdido en una espiral sin sentido que conduce a la nada. Cansado de hacerse preguntas sin respuesta, el joven Antoine cae en cuenta de que su vida, al igual que la de todos, está hueca. Eso le repugna. Y es allí cuando aparece la náusea. Jean Paul Sartre escribió en 1931 La náusea, esa novela icónica del existencialismo basada en un presente inacabado que, como adivinando el futuro, expone los vacíos de los seres humanos de hoy, extraviados en un mundo que cada vez somos más incapaces de comprender.

Las imágenes que esta semana publicó en sus plataformas digitales la casa de moda Balenciaga, en las que se observan niños que son sexualizados posando con retorcidos osos de peluche vestidos con atuendos y accesorios bondage (alegóricos a la esclavitud, la dominancia y el sadomasoquismo), son una espantosa representación de todo lo que está mal y lo que debe ser anulado en este planeta. Collares con candados, restricciones sexuales de muñeca y tobillo, tangas, correas y arneses de cuero son algunas de las tantas manifestaciones de un “arte” que asquea en la muy desafortunada campaña navideña de esta lujosa marca española fundada en 1917.

Como siempre pasa cuando un escándalo despierta al león dormido e indignado de las redes sociales, Balenciaga se pronunció en sus historias de Instagram con una “disculpa sincera”, argumentando que no debió pasar nada de lo que pasó. Y después de eso ¿qué? Eliminar la totalidad de sus publicaciones en esa red social no es suficiente. Decir que se toman este asunto “muy en serio” tampoco lo es. Expresar de dientes para afuera que condenan “enérgicamente” el abuso de niños en todas sus formas no es lo único que deberían hacer como empresa, una que vende tenis destrozados por un precio que raya en lo ridículo: mil ochocientos cincuenta dólares (más de siete millones de pesos colombianos).

En esta horrible página en la que “genios” de la mercadotecnia se lucen por su falta de consciencia se incluyeron como decoración del set documentos referentes a un caso de la Corte Suprema de EE. UU., Ashcroft v. Free Speech Coalition, en que el tribunal anuló una parte de la ley de Prevención de la Pornografía Infantil (CPPA) de 1996 y determinó que la pornografía infantil virtual está protegida por la libertad de expresión. Las acciones de esta marca, que las celebridades y quienes tienen el poder adquisitivo para vestir sus prendas destacan en el mundo como una firma de moda influyente, deben llevarnos a repensar los límites que como sociedad tenemos que establecer en pro del respeto a los derechos humanos.

Si hoy viviera Cristóbal Balenciaga, el célebre diseñador español nacido en 1895, seguramente se sentiría como el Roquentin de Sartre. En palabras de este creador de alta moda: “Un modisto debe ser arquitecto para los planos, escultor para formas, pintor para el color, músico para la armonía y filósofo en el sentido de la medida”. Imagino ahora la náusea de Balenciaga.

@cataredacta