«A uno cuando le dicen la palabra cáncer, la relaciona con muerte», dijo hace unos meses a EL HERALDO Mayra Jiménez, una mujer de 25 años que el pasado sábado falleció tras su lucha incesante contra un osteosarcoma, un tipo de cáncer de hueso que tiende a aparecer en edades tempranas y que a Mayra, quien se convirtió en un referente de tenacidad y resistencia para miles de personas durante los dos años que duró su difícil proceso, resultó quitándole la vida. Y su verbo se hizo forma, el cáncer significó su muerte.

Pese a sus circunstancias, la joven madre de dos niños supo convertir sabiamente su dura experiencia en un poderoso mensaje de gratitud por la vida, sentimiento que escasea en un mundo en el que parece valer más cómo nos vemos que cómo nos sentimos.

¿Por qué lo digo? Las respuestas son innumerables, pero me centraré en una: la absurda normalización de la violencia contra la mujer, una especie de tumor maligno que en Colombia cobró la vida de 209 niñas y mujeres entre enero y octubre de 2020, y que amenaza con arrebatarnos, no solo a las mujeres, sino a todos por completo nuestra casi extinta condición de humanidad.

Según el Instituto Nacional de Medicina Legal, en este año de pandemia y otros demonios van más de 11.800 casos de agresión física y psicológica contra la mujer; una cifra que, más allá de dejarnos pensando, nos debe llevar a actuar. En el 69% de los casos, paradójicamente, el agresor es o fue pareja “sentimental” de la víctima, esa que carga con el lastre de la barbarie que ha imperado desde el principio de los tiempos.

«Hay una jerarquía que ha sido de importancia suprema en todas las sociedades humanas conocidas: la jerarquía de género», dice Yuval Harari en ‘De animales a dioses’ para explicar cómo en todos los lugares las personas se han dividido en hombres y mujeres… Una peligrosa categorización que hasta la fecha nos ha hecho pensar que, por alguna inaprehensible razón, las mujeres somos menos que los hombres; y su superioridad radica, precisamente, en que ellos nos poseen.

El germen del machismo, otro tumor canceroso, yace en la antigüedad. En muchos sistemas legales, violar a una mujer no era un acto que podía entenderse de otra forma más que como una violación de propiedad. Y si una mujer que no “pertenecía” a ningún hombre era abusada sexualmente, «no era considerado un delito en absoluto, de la misma manera que coger una moneda perdida en una calle frecuentada no se considera un robo».

Desde tiempos inmemoriales se han levantado familias, sociedades, imperios, ciudades, países y continentes en los que la mujer figura como una cosa que, si bien puede ser poseída, también puede ser echada a su suerte, tal como una moneda que se ahoga en el más deshonroso de los fangos porque alguien consideró que carece de valor.

Así como Mayra Jiménez luchó hasta la muerte contra el cáncer, debemos luchar todos (hombres y mujeres) contra las secuelas de la imaginación, la misma que hizo que se instituyera la creencia de que la mujer es defectuosa e incompetente, débil y vulnerable en extremo. Porque el mundo no es más que lo que imaginamos de él, y la violencia contra la mujer se constituye en el verdadero cáncer, ese que victorioso nos matará a todos si no nos entendemos como un solo género: el género humano.

@cataredacta