«Hoy vemos una forma de egoísmo. Vemos que algunos no quieren tener hijos… Pero en cambio tienen perros y gatos que ocupan ese lugar». Estas palabras del papa Francisco han puesto el dedo en la llaga de todos aquellos que reconocen a sus animales como genuinos integrantes de sus familias. Y no es para menos. La concepción del planeta como una tierra de humanos, obviamente, guarda relación con su naturaleza; pero olvidar o pretender convencer a la gente de que los animales no son seres que de algún modo hacen posible la vida e integran activamente el ecosistema humano es una paradójica falta de humanidad.
Francisco, que no sabe muy bien lo que representa tener un hijo, probablemente tampoco sepa lo que significa tener una compañía incondicional que no hace más que duplicar o triplicar el amor que recibe. Desde que llegan a nuestros hogares, hasta que un mal día se van, los animales que nos acompañan suelen trascender con altura la gigantesca barrera del entendimiento que los humanos hemos establecido entre ellos y nosotros. Y eso es algo que va más allá del querer tener hijos o no.
El papa habla de “egoísmo” frente a la decisión de muchos de adoptar perros y gatos en lugar de infantes, pero ¿cuánto egoísmo no hay bajo la cúpula de la Basílica de San Pedro en el Vaticano? De seguro, él sabe la respuesta. Pero, para mal de la audiencia católica, sigue teniendo más fuerza la sonoridad de las palabras que la contundencia de los hechos.
Es cierto que la caída de la tasa de natalidad a nivel mundial es enorme, como también lo es en Colombia. Según el DANE, el descenso de los nacimientos ha sido constante en los últimos años, algo que con una pandemia a cuestas refleja el impacto esperado frente al elevado número de defunciones que esta ha dejado. Lo que no es cierto es que renegar de la maternidad o paternidad «nos quita humanidad», como dijo el sumo pontífice durante su primera audiencia nacional del año.
Según el Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional: «Que nazcan menos bebés implica menos niños en los colegios, menos jóvenes en las universidades, menos personas en edad productiva y reproductiva, y muchas más personas envejecidas que generarán presión importante en los sistemas de pensiones y protección social». Es comprensible, pero ¿qué tienen que ver con eso los perros y gatos?
Lo que, desde su celibato, el santo padre denominó «invierno demográfico» es también una respuesta del mundo a múltiples problemas, de los cuales en Colombia padecemos en demasía. El desempleo juvenil, que en abril de 2021 llegó al 23,1 %; el elevado índice de informalidad, que cerró 2020 en 49 %, y el bajo número de personas en edad de retiro que reciben pensión son problemas económicos que en estos tiempos de crisis se han recrudecido, y que repercuten en las decisiones de familia, gusten o no a los demás.
Criticar, sentenciar y negar la calidad de humano a quienes no incluyan en sus planes la procreación plantea una visión que excluye los miles de motivos y circunstancias que cada cual tiene, y que no atiende a esta idea de Blaise Pascal que habla desde el más bello de los raciocinios: «El corazón tiene razones que la razón desconoce».
@cataredacta