«No le debo nada a la justicia colombiana, no le debo nada a la justicia de ningún país del mundo», dijo esta semana al ser liberado tras dieciocho años en prisión el exjefe paramilitar que por siempre será la cabeza responsable de más de sesenta mil delitos, más de cien masacres, cientos de asesinatos y desplazamientos forzados, entre tantos otros crímenes de lesa humanidad. En cualquier rincón de este planeta, la nefasta noticia de un ser como Salvatore Mancuso en libertad es quizás una loca utopía. En Colombia, en nombre de la paz y la justicia, esto y más es posible.

Cuando el hombre que hoy se dice libre y que se jacta con su cuestionable designación de gestor de paz decidió desmovilizarse acogiéndose a un proceso de paz en ciernes enmarcado en la justicia transicional, bien sabía lo que hacía. Verdad, justicia y reparación son los pilares de la jurisdicción de Justicia y Paz. Entonces hay que preguntarse qué tanta verdad, qué nivel de justicia y qué grado de reparación les ha otorgado hasta ahora ese proceso a las víctimas del conflicto armado en un país como este, donde siempre hay muchos para celebrar los triunfos de nuestra valerosa selección de fútbol, pero muy pocos para lamentar y rechazar las pérdidas de aquellos compatriotas que sucumben ante la violencia. 

Hoy, Salvatore Mancuso es libre, pero ¿qué es la libertad? ¿Un principio moral? ¿Un concepto filosófico abstracto? ¿Un asunto político? ¿O, simplemente, un problema humano? Entendida como estado o derecho natural, la libertad es hermosa. Solo que esa belleza ha de perderse cuando se vulneran los derechos, la dignidad y la vida misma de los otros. La libertad, aunque fantaseemos las veces que queramos con ello, nunca es infinita. E incluso, para quienes —como el exjefe de las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia)— han logrado desprenderse de los barrotes de una cárcel, nunca habrá libertad en un sentido completo, porque hasta la eternidad los acompañará la culpa en su conciencia.

«La naturaleza nunca nos engaña, somos nosotros quienes nos engañamos», dijo en el siglo XVIII Juan Jacobo Rousseau. En el XXI, vemos sucesos como el que hoy protagoniza un Mancuso en libertad condicional, que en público ha pedido perdón a las familias de las víctimas de su salvajismo y ha reafirmado su compromiso de no repetición. Es libre, pero con condiciones. Es libre, pero no puede pisar ocho departamentos del país, ni cinco municipios de Antioquia. Es libre, pero, como dijo Rousseau: «La razón humana se equivoca con frecuencia, no así lo que sentimos en lo profundo de la conciencia».