Más allá de la pobreza y de la corrupción en todas sus formas, si hay algo que en Colombia abunda es la creatividad; y ello puede entenderse como virtud o como defecto, según cada perspectiva. Tras ser cuestionada la ahora exministra de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones por la presunta pérdida (o el claro extravío) de setenta mil millones de pesos que debían ser destinados para brindar conectividad a siete mil escuelas rurales del territorio nacional, su apellido inspiró la creación y el uso generalizado del ‘verbo’ abudinear.
Ante la consulta de un usuario de Twitter sobre la existencia, significado y uso del nuevo término, la Real Academia Española respondió lo siguiente: “Documentamos las formas «abudinar» y «abudinear» en textos de redes sociales como verbos de reciente creación, usados en el habla popular de Colombia con el sentido de ‘robar, estafar’”. Y se armó el gran lío. Karen Abudinen, la musa de la sonora palabra que indica una acción reprochable, solicitó enérgicamente a la RAE que desmintiera “lo que en redes y en algunos medios colombianos se afirma”.
A la exministra le digo que no hay nada que desmentir. Como tampoco hay nada que reclamarle a la RAE, institución respetable que solo está cumpliendo con su noble función de dar respuesta a las múltiples consultas lingüísticas que recibe los 365 días del año y que se constituyen en el camino hacia el uso correcto del español, un idioma vivo en la boca de más de 550 millones de personas −presente en más de 20 países−, y que cuenta con un diccionario con más de 88 mil palabras, al cual anualmente se van sumando acepciones de uso extendido, entendiendo que esta lengua es cambiante, como todas, como todo.
Decir maquiavélico o hitleriano, por ejemplo, no sería posible ni entendible si ello no se pusiera en el contexto de la ideología y obra de Nicolás Maquiavelo y de Adolfo Hitler, respectivamente. Cada hombre, mujer o nombre se alimenta de los frutos de su cosecha, de ahí que cuando se hable de algo garciamarquiano se relacione con las cualidades sui generis de la vasta creación literaria de García Márquez; o que cuando se mencione el término maquiavelismo, ello se traduzca en ‘proceder con astucia, doblez y perfidia’. Y, ¿quién se atreve a negar la validez de tales construcciones semánticas?
“Mi apellido y el de ningún ser humano puede ser utilizado para degradarlo”, dijo Abudinen, pretendiendo culpar a la RAE por ese “crimen”, por la existencia de un ‘verbo’ que, siendo descrito más no reconocido oficialmente por esa institución ni incluido en su Diccionario académico, todos (a favor o en contra de la aludida) entendemos como algo referente al latrocinio, palabra cuyo origen se remonta a la antigua Roma, en la que los mercenarios del ejército eran llamados latronis…
Con la depresión del Imperio romano, el sueldo de los latronis empezó a faltar, lo que incidió en que estos asalariados con derecho a portar armas se convirtieran en ladrones. De ahí que hoy llamemos así a quienes roban o estafan. El pasado jueves, mientras Colombia veía el partido de su selección contra la de Chile, Abudinen anunciaba su renuncia irrevocable al MinTIC. Queda claro esto: si hubo un crimen, no fue de la RAE.
@cataredacta