Del presidente de la República se han dicho muchas cosas desde que empezó su gobierno. Se ha hablado recientemente desde posibles problemas de adicciones, hasta un posible síndrome de autismo. Nade de eso nos consta, y quien escribe esta columna jamás le desearía a un ser humano tener que enfrentar una situación así.

Superando los temas personales, que esperamos puedan ser aclarados por él mismo, la coyuntura actual es responsabilidad directa de Petro.

Entre otras cosas, porque los tristes y difíciles momentos que vive el país son consecuencia del modelo en el que el presidente genuina y ciegamente cree.

Es precisamente esa convicción obstinada por su doctrina política la que no le permite evaluar sus resultados, ni rectificar sus políticas y decisiones. No obstante, aunque esto no lo aceptemos y mucho menos compartamos, se debe entender.

Es dolorosamente lógico que el orden público del país esté fuera de control, pues el presidente no cree en la seguridad. Igualmente, que la economía no vaya bien, porque no cree en el tejido empresarial. Tampoco es extraño que lamentablemente la canasta familiar cueste más, pues le está subiendo los impuestos a los alimentos que hacen parte fundamental de la mesa de los colombianos, y así un sinnúmero de etcéteras que afectan al ciudadano.

¡Y bueno! Hasta ahí no hay sorpresas.

Lo novedoso y altísimamente grave es que empezamos a ver un Petro intencionalmente malo, voluntariamente nocivo.

La decisión de invitar solo a 14 gobernadores (menos de la mitad de los mandatarios departamentales del país) es de suma gravedad. Es una forma mezquina y autoritaria de interactuar con el país.

En esta política pequeña y ruin nos surgen interrogantes que generan mucha preocupación: ¿Qué busca con esto el presidente? ¿Quiere vengarse de los pueblos que no votaron por él? ¿Quiere obligar a todo el país a que piense como él? ¿Quiere dividir la unidad del territorio como elemento fundamental del Estado?

Este país puede sobrevivir a un presidente enteramente terco, torpe, inoperante, radical y hasta con sus posibles problemas personales, lo que si no aguantamos es que, además de eso, quiera intencionalmente desbaratarnos.

Él sabe que todos los entes territoriales son ultradependientes del Gobierno y aprovecharse de eso es infame. Eso sí, hay que ser sinceros, este centralismo dañino no se lo inventó Petro, pero se está montando en el hombro de sus defectos para empoderarse a las bravas.

Retumba la urgencia de reflexionar sobre un referéndum que rompa esta humillación para las regiones y que las defienda de este gobierno y los que vengan.