Comenzamos otra vez un nuevo ciclo. Que me perdone Borges –si acaso existiera un Borges en lo que él mismo llamó “la eternidad, un juego o una fatigada esperanza”–, si para cerrar el año que acaba de concluir, o tal vez para inaugurar el que comienza, he recurrido a una frase suya del prólogo del libro Jorge Luis Borges, Obra Poética 1923-1976: “el sabor de la manzana (declara Berkeley) está en el contacto de la fruta con el paladar, no en la fruta misma; análogamente (diría yo) la poesía está en el comercio del poema con el lector, no en la serie de símbolos que registran las páginas de un libro”. Que me perdone Borges, pero son justamente las súbitas emociones que provoca el encuentro entre su fruto y mi paladar, las que consiguen que entre los símbolos que conforman, por ejemplo, el Otro poema de los dones, yo elija arbitrariamente aquello que me causa fascinación, y que sospecho es un sumario del deseo que me impulsa año tras año a enfrentar el nuevo ciclo que nos propone la vida. Que me perdone Borges si me atrevo a proponer una versión personal de su poema con el objeto de acercarme a los fantasmas y fantasías que me habitan, y, como él, agradecer por todos los dones con que me premia el universo.

“Gracias quiero dar al divino / Laberinto de los efectos y las causas / Por la diversidad de las criaturas / que forman este singular universo, / Por la razón, que no cesará de soñar / Con un plano del laberinto / Por el amor, que nos deja ver a los otros / Como los ve la divinidad, / Por el fulgor del fuego / Que ningún ser humano puede mirar sin un asombro antiguo, / Por la caoba, el cedro y el sándalo, / Por el misterio de la rosa / que prodiga color y que no lo ve, / Por el arte de la amistad, / Por las palabras que en un crepúsculo se dijeron / De una cruz a otra cruz, / Por los ríos secretos e inmemoriales / Que convergen en mí, / Por el mar, que es un desierto resplandeciente / Y una cifra de cosas que no sabemos, / Por el oro, que relumbra en los versos, / Por el épico invierno, / Por el geométrico y bizarro ajedrez, / Por el olor medicinal de los eucaliptos, / Por el lenguaje, que puede simular la sabiduría, / Por el olvido, que anula o modifica el pasado, / Por la costumbre, / Que nos repite y nos confirma como un espejo, / Por la mañana, que nos depara la ilusión de un principio, / Por la noche, su tiniebla y su astronomía, / Por el valor y la felicidad de los otros, / Por la patria, sentida en los jazmines / O en una vieja espada, / Por el hecho de que el poema es inagotable / Y se confunde con la suma de las criaturas / Y no llegará jamás al último verso / Y varía según los hombres, / Por los minutos que preceden al sueño, / Por el sueño y la muerte, / Esos dos tesoros ocultos, / Por los íntimos dones que no enumero, / Por la música, misteriosa forma del tiempo.”
Gracias Borges. Ciertamente, la poesía está en el comercio del poema con el lector. Un feliz 2019 para todos.

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