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Avianca, mon amour

Pues sí. Avianca, mon amour. Porque titular la columna “Avianca, me acuerdo de vuestra madre, así os toque el Baloto, perdáis el papelito y os dé un ataque de estornudos un día que tengáis diarrea” no resultaría tan elegante y además quedaría demasiado largo. Qué les voy a contar. El otro día tenía que ir de uno a otro punto de este hermoso país. Dos aviones y una conexión en Bogotá de por medio. El primer avión se estropeó. El segundo avión se estropeó. Una amable señorita de la aerolínea, que debe creer que la palabra escrúpulos hace referencia a una isla de Grecia, no me dejó embarcar en Bogotá (el Mordor de los aeropuertos) aun y estar el avión al lado de su puerta de embarque porque, sin decirme nada, me cambiaron a otro vuelo dos horas posterior. Después llovió. Pumba, pumba, pumba, menuda tormenta. El avión casi se vuelve a Bogotá cuando ya aterrizaba en destino. Debieron cambiar de opinión al escuchar mi “nooooooo” desesperado junto con mis dientes mordiendo la ventanilla dispuesto a romperla y arrojarme al vacío porque, total, ya me daba igual todo.

No creo que nadie pueda disentir de mí. Volar con Avianca y esperar no tener ningún problema es como ser ‘Timochenko’, ir a un mitin del Centro Democrático y confiar en que Uribe te reciba con café y galletitas. Puede pasar. Poder, puede pasar. Pero es improbable. Pues volar con Avianca y creer que llegarás a destino sin mayor contratiempo es lo mismo. Aviones a los que se les rompen todos los trenes de aterrizaje simultáneamente, ajustes técnicos, operativos y superlativos que provocan retrasos de horas, lluvias súbitas que colapsan aeropuertos en los que se ve que nadie se ha parado a pensar que en esa ciudad llueve todos los puñeteros días, pilotos que van a la huelga indiferentes a vivir en un país en el que sin aviones, como no seas maestro en la teletransportación, no hay manera de que viajes en un tiempo razonable, servicios de asistencia telefónica a los que les falta que los teleoperadores se rían en tu cara y, mi favorito, desapariciones misteriosas de equipaje difíciles de mejorar por la mismísima pluma de Agatha Christie.

¿Contabiliza Avianca como desastre natural? Desde luego, es natural que sea un desastre. Hojas de reclamaciones a las que les faltan dibujitos de flores y ositos para que quede aún más claro en qué funciones van a ser usadas.

Asistentes en tierra con preciosos uniformes rojos que las hacen parecer comisarias del partido, agentes secretas, ministras de la destrucción, del retraso inexorable, clic, clic, clic. ¿Es tu reloj que avanza o una bomba llamada vas a perder tu reunión de trabajo, tu entrevista, tu clase, tu colonoscopia? No te preocupes, esto último ya te lo proporcionan ellas. Cortesía de Avianca. No necesitas ni redimir millas.

¡Todo son ventajas! Mi último vuelo a Europa lo hice en su flamante nuevo avión de última tecnología y aún recuerdo con gran placer las películas que vi y no oí porque al llegar a mi asiento se les habían acabado los auriculares.

Avianca, mon amour, les decía. Dios nos proteja.

@alfnardiz

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