En la antigua Grecia, el ostracismo era el destierro al que se condenaba a ciudadanos por delitos que amenazaran la soberanía popular. Tras votación entre los ciudadanos atenienses, el condenado al ontracismo tenía 10 días para preparar su partida y despedirse de sus seres queridos. El término viene de sobras de cerámica usados como fichas de votación, llamados ostraka u ostracon, de forma cóncava e irregular como concha de ostra, en donde se escribía el nombre del candidato al destierro.
El auge de los carros eléctricos empieza a enfrentar serios desafíos para su masificación, tras un presente más definido por la moda y la popularidad de tener uno, que por sus reales ventajas. Las voces más fuertes se escuchan en Alemania, cuna de motores de renombre como Mercedes Benz, BMW y Volkswagen, país en el que se leen ya reseñas que indican que “más de la mitad de los alemanes se arrepiente de haber comprado un carro eléctrico”.
La revista alemana Tichys Einblick afirma que la transición a carros eléctricos está fracasando debido a la baja demanda, influenciada seguro por la opinión “voz a voz” de frustrados pioneros que se lanzaron tras los novedosos carros. En mi caso, hablaba hace poco con un taxista en un país desarrollado, esos de los que se gozan su día con gran sentido del humor. Al preguntarle por su experiencia con el carro tan moderno en el que yo iba de pasajero me dijo: “es como los celulares, al principio la batería funciona perfecto y demora, pero ahora me toca estarlo cargando a cada rato, apenas pueda vuelvo a la gasolina”.
Las quejas de los fabricantes alemanes mencionados, entre otros, se enfocan en el impacto que ocasionó en sus costos el fin de los subsidios para la tecnología de carros eléctricos. Por eso hay que insistir en que en energía los análisis no se basan en la viabilidad técnica de las opciones, debe probarse si funcionan económicamente manteniendo en equilibrio los tres vértices del trilema energético, abasteciendo energía confiable (seguridad energética), asequible (equidad energética) y sostenibilidad ambiental que soporte la transición. Introducir subsidios demuestra que los necesita para poder operar y que, por lo tanto, no es viable sin los mismos.
En el caso de Tesla, las ventas cayeron un 64% en 12 meses corridos a mayo en ese país, a pesar de que la marca reaccionó bajando el precio de su Model Y en más de 6.000 euros, según reportes de German Federal Motor Transport Association. Por el lado de BMW, su presidente criticó la prohibición de motores de combustión que se proyecta en la Unión Europea; y debe criticarla, las prohibiciones son un factor exógeno que altera el equilibrio del trilema, al instaurar una ficción para posicionar una tecnología no probada.
Volkswagen reaccionó también en este frente, revisando integralmente su estrategia de vehículos eléctricos al estar perdiendo la batalla en China frente a marcas locales subsidiadas y descartó construir una planta de carros eléctricos de US$2.2 billones en su país.
La transición a carros eléctricos está haciendo corto circuito, a pesar de subsidios y prohibiciones que la incitan, ¿o será precisamente eso lo que la hace espuria? Las transiciones energéticas no pueden ser impuestas a la fuerza, deben sustentarse contundentemente para ser legítimas y válidas. Pareciera, por las fuentes consultadas, que muchos usuarios no dudarán en deshacerse de sus carros. Ojalá esto no marque su condena al ostracismo, anotando su marca en un ostracon, obligándolos a salir del mercado.